Capítulo 3: ¿Millonario?... Para nada.

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-¡Sanji! Hora del desayuno - Entró alegremente la chica, se notaba que en ese día en particular se encontraba de un humor excelente. Encontró a ambos chicos en una escena que le pareció tierna: el peliverde cerca de el rubio, con el ceño fruncido ligeramente y al rubio en la cama con el rostro sonrosado y una expresión sumisa. No le era extraño encontrar a parejas en situaciones similares por lo que había aprendido a lidiar con ellas, aún que a veces los visitantes no se lo tomaban muy bien. -Tu mañana no podía ser más alegre, Sanji, cariño.- Sonrió levemente.

El peliverde se cruzó de brazos y se apoyó en el respaldo de el sofá mientras que el rubio quitaba las manos de su rostro, para admirar y elogiar lo que las bellas manos de la damisela frente a él le traían de desayuno. Pudo notar el disgusto en cara del moreno, lo que le puso bastante incómodo aún que desconocía la razón. Se despidió amablemente de la hermosa chica que le atendía en esos momentos.

Miró su plato y aún que realmente odiaba desperdiciar la comida, la verdad era que nada le apetecía en la bandeja que se le había puesto enfrente. Volteó a ver al peliverde, que miraba con atención cada movimiento que hacía; se sintió nervioso, supuso que sería normal poniéndose en los zapatos del de ojos oscuros, después de lo que había visto y escuchado.

-¿Qué pasa?- Preguntó el moreno viéndole a los ojos. Sonrió mirando la bandeja. -Deja de hacer gestos tontos y empieza a comer, rubia teñida.-

-No eres quién para decírmelo, musgo.-

-Sólo empieza a comer, idiota.- Se levantó y caminó hasta la puert dejando a Sanji extrañado. Caminó por los pasillos cuidando no perderse por ellos y encontró al doctor que atendía o más bien estaba pendiente del ojiazul. Habló un poco con él para enterarse de su estado físico y emocional, intercambiaron puntos de vista y finalmente el doctor le dijo la fecha para cuando el rubio podría irse a casa.

Salió un momento del edificio para encender un cigarrillo, no era que fuese adicto a la nicotina tanto como el rubio, pero le gustaba uno de vez en cuando. Por supuesto además de sus botellas de Sake todos los fines de semana.

Regresó a la habitación con su compañero, escuchando la televisión encendida antes de entrar, cosa que le pareció extraña. El muchacho se había quedado dormido después de comer, seguramente mientras veía televisión.

Se sentó en la silla a su lado y sacó de su bolsillo su teléfono móvil en el cual al principio se dedicó a liberar espacio pero luego abrió uno de sus libros favoritos. No era muy fan de usar el teléfono en todos lados, las personas que lo hacían terminaban con su paciencia.

Se sentó al lado del rubio y viendo sus facciones completamente relajadas pensó en un plan, se dividiría el trabajo: Se dedicaría una semana a buscar el lugar adecuado, una vez hecho esto, se encargaría a remodelar el lugar, pero si no lo encontraba remodelaría entonces la habitación de huéspedes de su propia casa y le pediría a Akane que cuidara por él de Sanji.

Parecía un buen plan, sólo que habría que pedir la opinión de Akane, ya que sin su ayuda el cocinero se la pasaría mal solamente dentro de esa aburrida habitación, sintiéndose inútil y deprimido.

Esperó varios minutos, en los que no dejó de darle vueltas al asunto. Para distraerse, abrió en su teléfono un juego aleatorio sólo para hacerle perder el tiempo. Sin darse cuenta habían pasado varias horas y ya había acumulado un récord de varios millones en su puntuación y pasado hasta el nivel cincuenta.

-¿Zoro...?- El muchacho bostezó luego de notar su presencia, seguido se llevar sus manos a su rostro tallando un poco sus ojos.

_Buenos días, rubia.- Le saludó guardando au teléfono en su bolsillo -Veo que has dormido bien.-

Lágrimas De Sangre [SEGUNDA EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora