Malas noticias

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Se sentía tan culpable... sólo había pasado un día desde que le fue a ver. Su padre había tratado de suicidarse, por tercera vez. Esta vez, había tratado de morderse la lengua, pero por suerte, un enfermero pudo verlo a tiempo para poder obtener ayuda.

Ahora se encontraba en el hospital, con un aparato extraño en la boca para que no pudiera volver a hacerlo. Según los médicos, en todo aquel tiempo, no decía otra cosa que un nombre...

Kushina.

Kushina era la madre de Naruto, quien sólo conocía por fotos e historias del viejo Jiraiya; le decía que toda aquella belleza que desplegaba por fuera, era equiparable por dentro. También que tenía un carácter de los mil demonios, era una persona muy fuerte y segura de sí misma, que enamoró a Minato en un suspiro. Y fruto de ese amor nació él.

No podía evitar sentirse culpable por aquello, pero Jiraiya le contó que eso era lo quiso su madre, porque ya sin conocerle le quería con todo su corazón.

Pero esa fortaleza que tenía su madre se esfumó junto con la de su padre. Cayó en una depresión muy fuerte, y después, en la locura. No paraba de ver a su mujer por todos lados, a su largo cabello rojo ondeaba por cada rincón de su mente.

Y ahora, se encontraba encerrado por voluntad suya, egoístamente, porque era incapaz de dejarle partir y pensaba que algún día recobraría la poca cordura le quedaba, pero no. Naruto se encontraba destrozado de ver a su padre de ese modo, pero no podía dejarle hundirse de ese modo, no quería quedarse solo en el mundo.

Su madre se había ido.

Su padrino también.

¿Y ahora su padre? No podía... no quería.


Esta vez, no se iba a apoyar en Sasuke y Sakura, no quería molestarles con sus problemas, ya bastante cargaban con lo suyo. Pero el problema era Hinata, quien estaba allí con él, sin conocer nada, sin saber lo que había pasado, simplemente le siguió y fue con él. Había tratado de hacer que se marchara a su casa, pero ella insistía en quedarse con él porque decía que no se quedaría tranquila al ver que todo estaba bien, incluido él.

Un doctor salió de la habitación de su padre, llamando su atención. Le explicó que le mantendrían en vigilancia constante por si volvía a intentarlo de nuevo, pero que, por el efecto de los calmantes, lo más probable es que no se despertara hasta el día siguiente.

Él sólo quería llorar, se encontraba desesperado y no encontraba consuelo. Estaba harto de que la vida le hiciese tanto daño, de que le arrebatase las personas a las que tanto amaba.

Pensó que, en otra vida, había sido una persona de lo más detestable, porque si no, no se lo explicaba.

Tras haber dado un pequeño paseo, vio cómo Hinata no se había movido de la puerta de la habitación, y con lo tarde que era, pensó que ya era hora de que ella se fuese a casa y descansase.

–Hinata es muy tarde, deberías volver a casa– dijo él con un semblante serio.

–Pero señor Uzumaki... no puedo dejarle solo.

Con todo el agotamiento que tenía del día, estaba comenzando a perder la paciencia, y Hinata no le estaba poniendo nada fácil el conservarla.

–Es tarde, no vas a poder volver a casa, venga– dijo mientras se daba la vuelta, esperando que ella le siguiera.

–Pero señor... –dijo ella.

Naruto, harto de su insistencia, perdió por completo los papeles. Se dio la vuelta, le agarró de la muñeca y le miró a la cara con mucha ira.

Faceless WriterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora