IRONÍA

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Hace ya años que veo todo diferente. Igual es por las operaciones de cataratas que tuve hace unos cuantos meses, o simplemente por la edad. Si, los años pasan para mí como los coches en una autopista. Rápido y sin parar. 95 tacos y aún sigo en este extraño mundo. 9 décadas y media y sigo dándole vueltas a mi vida. Me suelen venir pensamientos como que de pequeño quería crecer, hacerme lo suficientemente mayor como para conducir, beber, fumar y ser legal en todos los sentidos. Poder trabajar, ganar dinero para cumplir mis sueños e independizarme. Poder vivir esa vida que todos de pequeños soñamos. Esa vida idílica en la que tus mayores problemas serían el que vas a hacer para comer hoy.
Pero no fue tan fácil como lo pensé.

Llegué a los 18 años, ya deseaba poder sacarme el carné de conducir el mismo verano en el que acabara el curso. Podría conducir mi propio coche, ir a dónde yo quisiera y llevar a quien yo quisiera. Sería libre de moverme por la ciudad, incluso por el país; ¡qué digo! Incluso por el mundo. Hubiera sido genial. Hubiera sido algo genial, conducir y llevar a mis amigos en mi coche. Irnos en verano a la playa de viaje, o hacer una ruta por toda la península como unos universitarios cualquiera en periodo de desconexión mental. Pero no pudo ser así. Algo falló. ¿Quién iba a pensar que una matrícula costaba tanto? ¿Quién iba a decir que mi abuela enfermaría y habría que cuidarla y costear su tratamiento? Quién iba a decir que mi vida se iba a la mierda.
Pasaron los meses y mi abuela falleció. Pero esperad, antes de que os compadezcáis de mí, he de decir que esto es algo normal. La muerte me refiero, es algo tan común... que nadie puede evitarla. La muerte es algo que todos vivimos, pero de eso podemos hablar en otro capítulo, ¿no? 
Bueno, llegado mediados de noviembre celebramos el funeral de mi abuela. Yo no fui, no me gustan los entierros ni ver a mi familia. Algo raro, si. Pero así soy yo. Lo que menos me gustaba de los funerales eran los falsos familiares. Esos que dicen lamentarse por la pérdida, te dan el pésame y lloran contigo. Pero que lo único que buscan es un trozo de la herencia como primos lejanos segundos que son. Personas que no ves en 20 y de repente aparecen, habiendo mirado previamente el álbum de fotos de hace 25 años para ponerse en situación  y practicar el discurso de despedida cargado de palabras con sentimientos engañosos y promesas imposibles.

Bueno, pasado este periodo de vida, todos saben que llega navidad, ¿no? No fue lo mismo de siempre ese año, por lo del funeral. Pero generalmente no es nada del otro mundo. Comida, mucha comida. Bebida, mucha bebida. Gente, mucha gente. Ruido, mucho ruido. Y para alguien como yo eso era lo peor del mundo. No me gusta beber. No me gusta hablar con la gente, pues siempre es lo mismo "¿Qué tal?" "¡Cuánto tiempo!" "¡Cómo has crecido!" "Pero que mayor que estás" etc... Tampoco me gusta el ruido, soy introvertido que queréis que os diga.

Luego pasó otro año más, con sus altos y sus bajos obviamente. Un poco de esto y otro poco de aquello; un puñado de sentimientos malos y buenos, nunca a partes iguales; 2kg de buenos amigos y una pizca de conflictos; una chorradita de estrés y media rebanada de relax. Con esto y unas especias de diferentes puntos de vista y cambios de opiniones, ya tenemos nuestro año listo para vivirlo.

Y así durante dos décadas más.

(Hasta que desistí. Y con un suave suspiro tumbado a saber dónde, dejé de la manera más tranquila este cuerpo maldito para dejar que el ciclo fluya.)

Lo que no enseñan en el coleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora