Capítulo 4

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Imposible...

—¿Mami?

No era posible.

—Ja, ja, ja.

"Ja, ja, ja Alex"

No podía ser ella.

—Ja, ja, ja.

Y al mismo tiempo...

—Ja, ja, ja.

Deseaba que lo fuera.

...

Al escuchar esa risa, miles de sentimientos atravesaron mi cuerpo, sentí retorcijones como si millones de flechas me hubieran golpeado y varias gotas perladas salían de mis ojos como una lluvia a cántaros, apenas si podía moverme, quise huir, desaparecer en aquel instante, mientras más rápido mejor, pero no podía, mi cuerpo no hacía caso a mi cerebro, algo pedía a gritos que me quedara, que me acercara, que me mantuviera allí. No podía soportarlo necesitaba averiguar de quién se trataba, lo necesitaba, pensar en lo contrario me hacía ver como un cobarde y solo tenía 8 años apenas, por lo que afectaba mucho a mi estado emocional. Solté un gran suspiro y decididamente me acerqué a observar quién era, aunque tuviera mucho miedo en aquel momento, me sentía preparado para lo que me esperara, sin embargo...

 Solté un gran suspiro y decididamente me acerqué a observar quién era, aunque tuviera mucho miedo en aquel momento, me sentía preparado para lo que me esperara, sin embargo

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No me esperaba esto...

...

"¿Quién era?" "¿De dónde venía?" Me hice estas preguntas mientras observaba como revolvía entre la maleza. No se me hacía conocida, no podía recordar haberla visto antes, no me acerqué siquiera, solo podía estar allí contemplándola.

No podía tener más de 8, mucho menos 4, se veía tan diferente. No me era posible apartar la vista de sus blanquecinos cabellos tan peculiares, era la primera vez que veía a alguien con una cabellera como esa. La vi tan linda que no me parecía de este mundo, ¿Cómo era posible que existiera una persona así?

Entre más la veía, más sonreía, más quería seguir de esa manera, y más deseaba tener voluntad propia para dirigirle la palabra. Tenía una curiosidad aplastante acerca de su persona, cada momento que pasaba solo formulaba más y más preguntas a mi mente y el avanzar del tiempo lo sentí muy lejano, como si las manecillas del reloj hubiesen decidido detenerse a la fuerza con el propósito de que permaneciera allí, porque por mi cuenta no era capaz de hacerle frente a quien ahora notaba absorta en sus pensamientos jugando con las flores, bailando en un compás que yo no podía seguir, muy ajena a mi presencia con aquella felicidad tan relajada que superaba a todo aquello que yo quisiera aspirar.

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