Capítulo 5

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Llegó el momento de marcharnos, al final no pude encontrar nada que se asemejara a la historia que mi padre me había contado, no podía creer que el tiempo terminara, durante los últimos días me había propuesto no rendirme hasta hallar alguna pista de mi madre, pero comenzó la primavera, y con ello el regreso a clases estaría presente.

Estaba recogiendo las herramientas ya que era lo único que quedaba por guardar en el auto, y eché un último vistazo hacia el cercado, aún me sentía resentido conmigo mismo por todo lo ocurrido en aquella parte del bosque, me sentí apenado, no volvería a verla y no me disculpé por haberme comportado de aquella manera tan imprudente, aunque si realmente lo pienso, la verdad no tengo la menor idea de lo que hecho mal. Me acerqué nuevamente, pero esta vez sin subir la colina, permanecí al menos unos cinco minutos contemplando, luego solo me agaché ante la flor que me había permitido entrar en aquel sitio y besé uno de sus pétalos. Esa sería mi despedida hacía ella... Solo que, en ese momento no tenía conocimiento de que aquella flor sería muy importante en mi contacto con ese lugar.

Recuerdo que durante el viaje, no podía pensar en nada más que en esas inusuales vacaciones. Más allá de todo lo que hice para encontrar pistas sobre el pasado de mi madre, me sentía frustrado, y nada tenía que ver con el fracaso a mi búsqueda, pero sí me dio una sensación desagradable el hecho de no saber en lo más mínimo sobre la identidad de la niña que encontré en el bosque. Sin duda no podía olvidarlo, su rostro, su sonrisa tan amigable y cariñosa, y ese repentino cambio tornado a un miedo tan surrealista, simplemente se negaba a entrar a mi cabeza de una manera forzada, no sabía por qué, de verdad no lo sabía, y no podía ignorarlo por más que lo intentara.

Finalmente pudimos divisar las calles de nuestra pequeña villa, Lacock, después de lo que me pareció una eternidad hasta llegar a nuestra casa. Al terminar de desempacar lo único que deseaba con todas mis fuerzas era dormir; solo cerrar los ojos y olvidar por un momento que mi vida era un mísero asco. Volvía a casa con las manos vacías, con el desgraciado de mi padre, y con una nueva incógnita planteada ante mi al haber tenido frente a mis propios ojos un paraíso forestal nunca antes visto con un extraordinario ser en su interior, al que consideré un ángel milagroso caído del cielo para enviarme alguna clase de señal durante las próximas semanas que transcurrieron en mi habitación. Había tomado la decisión de no salir hasta finalizar completamente las vacaciones puesto que no me hallaba en condiciones para fingir que las cosas marchaban sobre ruedas; Al contrario, todo se había convertido en una especie de coma del cual no se me permitía despertar, y yo sinceramente estaba de acuerdo con eso, porque cada vez que creía despertar de mi sueño solo había, espectros, sombras y entidades que me acechaban en los rincones más profundos de mi mente impidiendo que pudiera avanzar con mi rutina con tranquilidad. No, dormir estaba bien si así no tenía que soportar la realidad tan dolorosa que me atormentaba.

"Mami, como te extraño... " repetía una y otra vez para luego dormir al caer la noche.

Blanco... Todo era blanco a mi alrededor...

¿Por qué blanco?

Detestaba ese color, solo podía recordar malos momentos con ese color, y aún así, siempre, siempre era ese color, habían máquinas, camillas, estetoscopios, cortinas y luego una mujer yacía en la cama derramando sus lágrimas a un pequeño niño que no parecía inmutarse ante los intentos de ella por abrazarlo, como si estuviera inerte, sin importarle lo que pueda llegar a ocurrirle a esa pobre mujer, quien aún con todas las de perder sigue intentando acercarse a él. De repente, ella se detiene, dice algo entre dientes, sonríe débilmente y luego se desvanece, al instante llueven millones de dientes de león en el panorama. Entonces se puede escuchar una risa: "Ja, ja, ja" repite sin cesar. Y el niño quien parece haber despertado de su trance comienza a caminar, luego trota y después corre hasta aquella voz, la cual es incapaz de alcanzar. Sigue corriendo hasta percatarse de que no hay nadie más que él ese lugar, todo es blanco, excepto él y las flores que se desvanecen con cada paso que ha dado y repentinamente el escenario cambia. Ahora no es blanco, ahora se encuentra en medio de un espectacular jardín rodeado de flores blancas para nada conocidas en su memoria, se acerca a ellas y la risa se escucha otra vez, esta vez mucho más fuerte que antes y más cercana. Vuelve a correr, ahora solo concentrado en llegar hasta ella; Ha logrado divisarla a lo lejos y apresura más y más su paso hasta quedar completamente frente a quien para él es su ángel, su esperanza. La pregunta es simple: "¿Quién eres tú?"

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