Salomé 3

141 9 1
                                    

HERODES:

    —César no puede venir. Está enfermo de gota. Dicen que se le han puesto los pies como pezuñas de elefante. Hay, además, razones de Estado que se lo impiden. Quien de Roma sale, ya no vuelve. Así que no vendrá. Claro que, después de todo, él es el arbitro y vendrá si le place; mas no creo que venga.

    NAZARENO PRIMERO:

    —Señor, el profeta no se refería al César.

    HERODES:

    —¿Que no?

    NAZARENO PRIMERO:

    —No, señor.

    HERODES:

    —¿Pues a quién se refiere?

    NAZARENO PRIMERO (Con énfasis):

    —Al Mesías que ya vino.

    JUDÍO PRIMERO:

    —No, el Mesías aún no vino.

    NAZARENO PRIMERO:

    —Sí que ha venido y por todas partes anda haciendo milagros.

    HERODÍAS:

    —Bah, ¡milagros! No creo en milagros. He visto demasiados. (Al paje) Dame acá el abanico.

    NAZARENO PRIMERO:

    —Ese hombre hace verdaderos milagros. Oíd; en una boda, en Galilea, convirtió el agua en vino; me lo ha contado quien lo vio. Otro milagro. En Cafarnaúm, a la puerta de la ciudad, encontró a dos leprosos y los sanó con sólo tocarlos.

    NAZARENO SEGUNDO:

    —No; fueron dos ciegos y no dos leprosos los que curó en Cafarnaúm.

    NAZARENO PRIMERO:

    —Repito que eran leprosos. Pero también ha dado la vista a ciegos. Además, le han visto en lo alto de una montaña hablando con los ángeles.

    UN SADUCEO:

    —No existen ángeles.

    UN FARISEO:

    —Existir, sí existen; mas no creo que ese hombre haya hablado con ellos.

    NAZARENO PRIMERO:

    —Muchedumbre de gentes le vieron conversar con los ángeles.

    UN SADUCEO:

    —No serían ángeles.

    HERODÍAS:

    —¡Cómo me exasperan estos hombres! ¡Qué necios! Seguro que no los hay más. (Al paje) ¿Pero no me traes mi abanico? (Dáselo el paje) Parece que estás soñando. Pues anda con cuidado, que no es bueno soñar. Los que sueñan es que no están muy en sus cabales. (Le da un abanicazo)

    NAZARENO SEGUNDO:

    —También ha obrado otro milagro: el de la hija de Jairo.

    NAZARENO PRIMERO:

    —Cierto, y este sí que es evidente: nadie podría negarlo.

    HERODÍAS:

    —Esos hombres están locos. Han mirado a la luna. Mándales callar.

    HERODES:

    —¿Y qué otro milagro es ese de que hablabas?

    NAZARENO PRIMERO:

Salomé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora