II

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Nunca hablo de mi vida.

Todo lo que recuerdo son momentos frustrantes y dolorosos.
Mi madre, mi hermano y yo no tenemos ni hemos tenido una vida de la cual presumir.

Nunca hablo del amor.
Cuando tenía 15 me enamore del novio de mi mejor amiga, y me obligué a odiarlo porque no era correcto.

Nunca hablo de mi futuro.
La muerte de mi madre detonó una bomba en mi de la que nunca nadie podrá salvarme.
Me encuentro perdida en el trabajo y siento que mi vida ya acabo, por más que siga respirando. Mi único motivo para vivir es mi hermano, que no tiene la culpa de nada de lo que le ha pasado.

Nunca hablo de nada de lo que me haya hecho sufrir, soy una persona que se mantiene al margen y prefiere perder la dignidad todos los días con tal de llevarle un plato de comida a su familia.

Pero nada de esto realmente me afecta, todo lo puedo soportar, casi todo.

Mi padre.

Nunca hablo de mi padre.
Dejó una marca en mi tan dolorosa, me dejó en pedazos.
Mi madre solía decirnos que en casa había que obedecerlo siempre, porque él nos daba todo.

Siempre la odie por decir eso, siempre pensé que por un plato de comida y una cama no se debía soportar todo lo que nuestro padre nos hacía. Hoy, que ya no la tengo, me doy cuenta que solo tenía miedo.

Miedo por ella, por nosotros, por nuestra familia.

Y no la culpo, supongo que en otro momento yo habría seguido sus mismos pasos.

El día en el que la ví ahí, tirada en el piso con la sangre manchando su rostro, su precioso rostro, me prometí que jamás sería como ella. Yo lucharía por mi futuro, por la gente que amo, por mi...

Pobre de mi madre. No tenía suficiente con los golpes recibidos por el que se hacía llamar su compañero de vida, aún tenía que soportar a una hija rebelde.

Nunca le conté lo que pasó.

Nunca le conté que cuando cerraba sus ojos en la noche, agotada, la historia para sus hijos se volvía diferente.

Nunca le conté cómo se sentía después de que él nos mirara a los ojos, ordenara nuestro silencio y se marchara del cuarto.

Nunca le conté cuántas veces me hizo sentir que estaba acabada, que mi cuerpo estaba sucio, que estaba perdida.

Nunca le conté que mi padre abusaba de nosotros.

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Abrí mis ojos lentamente, como reincorporandome a la realidad.

La cabeza está por estallarme, y al llevar la mano a mi nuca, un dolor punzante envuelve todo mi cuello.
Qué sueño tan raro eh tenido, todo era tan real.
Tomo mi celular que está en la pequeña mesa al lado de la cama y marca 8:15. Isaac está en la escuela. Por suerte hoy no trabajo hasta la tarde.

Frotándome los ojos y soltando un bostezo me dirijo a la cocina.

Hay una montaña de platos sucios. Quizás anoche mi hermano trajo a sus amigos...

Tomo una cuchara y comienzo a lavarla. Qué extraño, no recuerdo tener cucharas rojas...
Una taza con el logo de la NASA, tampoco tengo nada parecido.
La cabeza me da mil vueltas y reaccionó dando un salto hacia atrás.
El grifo es negro, elegante.
El sudor cae como una delgada gota por mi espina dorsal.
El miedo me quema la palma de las manos.
Está no es mi cocina.
Está no es mi casa.

Rebelión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora