I

37 5 8
                                    

Odio.
Cansancio.
Estrés.

Lo único que puedo sentir al abrir los ojos.
Es otro día de trabajo en mi apresurada vida, ¿Porque no puedo ir a la universidad como una chica normal? Exacto, por que no lo soy.

En estos momentos es cuando necesito una madre, pero la vida puede ser tan cruel con algunas personas, nos tira y nos golpea hasta que nos mata.

Eso es lo que nos pasó a mi y a mi hermano, con tan solo 15 años de edad lo perdí todo.

Nunca olvidaré las palabras de mi madre y como se veía su débil cuerpo en esa cama de hospital.

Sin familia, sin hogar propio, sin dinero, sin madre.

La vida nos a hecho fuertes a mi y a Isaac, maduré demasiado rápido para asegurarme de que el no lo hiciera, no podría soportarlo.
Extraño el brillo en sus ojos, ese brillo que tristemente que se fue con mi madre en ese hospital.
Ahora el sólo me tiene a mi, y yo a el.

Pero esa es sólo la parte triste de la historia, conseguir trabajo como camarera me fue difícil a mi corta edad, pero con 19 años las cosas son más "sencillas" según algunas personas, por decirlo de alguna manera.

Isaac y yo vivimos en un apartamento rentado, no es muy espacioso pero somos felices en el, pronto empezará la preparatoria y eso significa que los gastos aumentaran y yo tendré que conseguir un cuarto trabajo. Pero yo solo quiero lo mejor para el y que no pase por lo que yo estoy pasando.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

-A la 47 por favor. - El taxista me mira por el espejo retrovisor, en su ojo derecho tiene una cicatriz que lo hace parecer un presidiario y me mira de una manera que me hace revolver el estómago.

No puedo evitar hacer una mueca de asco al ver como se relame los labios.
Tiene aspecto cansado, bolsas en los ojos y los dientes amarillentos, no cabe duda de que es fumador. Estaba distraída observándolo.

-Son doce dólares. - Lo miro desconcertada y abro mi cartera para pagarle, pero solo hay un par de centavos.

-Lo lamento, puedo ir hasta el apartamento y pagarle, no tengo suficiente dinero ahora. - Ruego al cielo porque tenga piedad en su corazón y me deje ir a buscarlo, pero a decir por su rostro, no parece muy contento con mi inconveniente.

-Son doce dólares, o me los pagas ahora o... te los haré pagar de otra forma. -Su mirada lo dice todo, tengo tanto miedo que las rodillas me tiemblan y mis manos y nariz están congeladas.

Siento como me arden las palmas al buscar otra vez en mi cartera algo para pagarle.

-Disculpe, si no subo al apartamento no podré darle el dinero. - Insisto.

Solo me miro y bajo del auto dando un portazo, no se veía enojado, sino más bien, impulsivo.
Abrio la puerta trasera y me tomo del brazo con una fuerza que seguro dejaria marcas en mi piel. Estampó mi espalda contra la puerta del auto y mis ojos lograron decifrar que el bulto que su cintura escondía no era nada más ni nada menos que un arma.
Al subir mi vista observé los ojos más oscuros, perversos y fríos que ví en mi vida.

-Si haces silencio y te comportas, no te haré ningún daño.

Esas palabras bastaron para que mis ojos ardieran y mis músculos se tensen.

Implore de toda forma posible que me dejara, pero no cedió. Mi fuerza no tenía comparación y por más que intentara quedarme estática sus brazos volvían a arrastrarme. Mi destino era predecible y gritar no serviría.

No me di cuenta hacia dónde me dirigía hasta que el olor me lo recordó. Un callejón cerca de los edificios en los que vivía nos recibió con las paredes sucias y una oscuridad perturbadora.

Solíamos dejar la basura aquí, nunca vivimos en lugares muy seguros. Desde que mamá murió mi sueldo solo me permitía lugares como este, pero agradecía tener un hogar.

Un crujido me volvió a la realidad, su pantalón se había desabrochado y sus manos buscaron el cierre de mi uniforme de trabajo.

Lloraba, y lamentablemente mis sollozos eran el único sonido audible en el lugar.

-Por favor, mi hermano depende de mí - Las lágrimas bañaban que mis ojos no me permitían una vista nítida de la situación.

- Cállate. - Su aliento choco en mi rostro y fue suficiente para que mi llanto soltará un grito de desesperación.

Sus pupilas estaban dilatadas y se detuvo al escuchar unos pasos.
Puso su mano en mi boca e intente gritar.

Los segundos pasaban y el y reloj de mi cabeza no detenía sus agujas.
Al darse cuenta que no había escapatoria intento sacar su arma, pero alguien cayó sobre el con tanta fuerza que su rostro impacto en el piso.
Una silueta varonil repartía golpes en el rostro de quién podría haber sido mi violador.
Inconsciente, lo dejo en el piso y me miro a los ojos.
Permanecía estática en mi lugar cuando se paró y camino hacia el rincón en donde me encontraba.

-Estás bien? - Era alto. Demasiado. Sus ojos eran azules y sus pestañas negras, como el carbón. Tenía una expresión de preocupación, pero en sus ojos se leía la adrenalina del momento.

-Quién eres? - Sacó una especie de jeringa de su pantalón y miro mi cuello concentrado.

-Nadie. - La aguja impacto y todo se volvio negro ante mis ojos.

Rebelión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora