THE REBELLION © [secuela de A.U.]

II

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"Tregua"

Lleva posiblemente dos minutos mirando aquella puerta fina de madera blanca, sintiéndose desbocado y con miles de sentimientos colisionando en su pecho. Ahogando su mente de pensamientos sin sentidos.
Se siente además estúpido, la burla de todo el pasillo y es que está seguro de que las enfermeras deben estar viéndolo, quizás pensando que es un tímido beta enamorado que no se atreve a ver a su enamorado, pero... conoce lo suficiente bien a Ryan como para saber que si está bien y aun no le había ido a ver la zona de recuperación muy posiblemente debe estar molesto. Muy molesto, jodidamente furioso.

Quizás con un poco de suerte le pueda encontrar durmiendo o que las flores que envío antes hayan servido de disculpas disimuladas para calmar las aguas.

Resopla, sintiendo la cabeza caliente y decide abrir por fin la puerta, asomando la cara con cuidado para ver el interior de la delicada habitación con olor a desinfectante. A cambio de la intromisión algo impacta con fuerza en el borde de la puerta, obligándolo a hacerse para atrás cuando luego del golpe se escucha como algo hecho trizas cae sobre el piso tras la puerta.
El estruendo lo sobresalta y está seguro de que su tan repentino susto hizo tirante el lazo por unos segundos. Samuel debe estarse poniendo histérico en la habitación.

Cuando vuelve a abrir la puerta, el borde metálico de la puerta arrastra por el umbral los pedazos de lo que parece haber sido un lindo florero con diseños florales hechos a mano y pincel, haciendo un desagradable chirrido que le hace doler los dientes. El piso, además, está cubierto de una capa fina de agua y varias rosas rojas se lucen despeteladas en el pálido piso.

—Tú. –escucha hablar al chico sobre la cama, con la vista opaca hacía él y su olor tan espeso, y ácido, que lo delata como enojado. –Maldito ingrato de... mierda. –apunta con un dedo a Guillermo, mientras este se acerca evitando pisar el destrozo que ha creado. –Perro malagradecido.

Tiembla.

—Ryan... –abre sus brazos, tratando de callarlo con sus movimientos suaves, pero el olor del omega castaño se vuelve aún más intenso y en ese momento de guardia baja aprovecha para tomar lo primero que tiene cerca para lanzarlo hacía Guillermo con el brazo que no tiene vendado; una caja de madera para pañuelos que choca con el pecho de este.

—No he acabado. Rata de mierda mugrienta. –hace el intento de levantarse, pero la fuerza hace que le duela el hombro herido y un ruidito agudo escape de sus sonrosados labios. Guillermo se acerca a él rápidamente hasta llegar a su lado, intentando rodearlo con sus brazos para servir de apoyo, pero Ryan le lanza una cachetada para que se aleje. No lo hace. Solo trata de expresarle su arrepentimiento con la mirada, evitando pensar en el ardor de su mejilla y el leve picor en el pómulo por un raspón que le ha pasado hacer con sus largas uñas postizas. -Recibí una puta bala por ti... una maldita bala en mi hombro que pudo haberme matado y... lleg-gas... –se le quiebra la voz. –, llegas y ni siquiera vienes a verme, ni siquiera... Oh dioses... –solloza abandonando más sonidos agudos que provienen de su pecho y se rinde, dejándose abrazar por un mudo Guillermo, restregando su mejilla con el pecho de este, dejando que las primeras lágrimas se le escapen para caer por sus definidos pómulos. –Estás vivo, estás bien. –cuela su brazo bueno por el cuello de Guillermo y lo acerca más a él. -Casi me muero de la angustia... n-no me vuelvas a hacer esto. Por favor. –suplica jadeante y Guillermo respira hondo para no quebrarse también y llorar. Ignora el ardor en sus ojos, ignora la opresión en el pecho y trata de sonreír. Falla en los primeros intentos cuando escucha al omega entre sus brazos sollozar con más fuerzas. Con más ímpetu. –Eres lo único que tengo, no me dejes. –le susurra, congestionado por el llanto y el otro tiene que tragar con fuerzas cuando se da cuenta de que el silencio espera una respuesta suya.