VIII

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"Numquam est nimis sero"

Teclea apresurado, adolorido en los tendones de sus manos y con un dolor de cabeza que amenaza con sacarle los ojos y dejarlos justo sobre la zona táctil de su portátil.
Mira su reloj de muñeca sin interés, descubriendo que apenas son las doce del día; de otro día. Suspira con pesadez, culpable por ser preso del aburrimiento a tan temprana hora, importándole muy poco de todas formas porque no podrá salir de esa oficina hasta las cuatro.
Gestiona con cuidado quejas y más quejas. Acusaciones de fraude, incumplimientos de plazos de trabajo, atrasos en proyectos del Estado y un sinfín de cosas a las cuales responde con disculpas sinceras y promesas de buscar una solución. Tiene también a su lado, en su escritorio, un libro grueso donde se expresan las leyes y artículos de Sors, los cuales, muy para su desgracia ha tenido que leer tantas veces como las necesarias para saber responder con coherencia a los mensajes.
Después de todo es su trabajo, es su obligación como consejero de Sors servir de amortiguador u escudo para el líder, para que su vida se vea más sencilla.

Se ha acostumbrado a la rutina, se ha acostumbrado a ver la constante pantalla y leer extensas líneas sin destinarios. Se ha acostumbrado a guardarse sus pensamientos para imponer su labor de forma neutra, porque lo ha jurado, la misma tarde que le han elegido para el puesto, con cinco votos de siete a su favor.
Ha pasado un mes y medio, con días demasiado vacíos, bocas mudas y miradas sin propósito. Han sido demasiado malos días, demasiados durmiendo mal, extrañando el tacto de el único hombre que desea en su vida, pero evitándolo de todas formas, porque el luto que su omega se niega a dejar le hace repetirse en la mente una y otra vez que es una vergüenza. Que es un omega defectuoso y se lo cree un poco.

Demasiadas noches llorando contra una fría almohada y una cama con demasiado espacio, porque así lo ha querido y él así lo ha respetado.

Puede sentirlo en todo momento, puede escucharlo arrullándolo, tarareando una canción sin letra. Solo para hacerle saber que está ahí.

Cierta el portátil con fuerza, sintiendo el eco doloroso en su pecho martirizarlo. Son las una y pico, la hora del almuerzo y ni siquiera piensa en salir de la oficina porque no tiene hambre. Ya no tiene hambre para nada y lo extraña... Extraña las náuseas, esas asquerosas ganas de vomitar o los repentinos mareos. Extraña todos los horribles síntomas que se enlazaban a su llamado embarazo.

Se levanta para caminar hasta la ventana, la cual abre para poder respirar, para aliviar sus ojos del nuevo llanto que amenaza con derrumbarle la tranquilidad. De igual forma le toca secar los lagrimales de sus ojos con la punta de sus dedos y aspirar profundamente para dejar de escuchar esa especie de ronquido que se aloja en su pecho.

Piensa en todo, deseando no pensar en nada. Deseando dejar de sentir para poder vivir tranquilo.

Escucha su móvil vibrar sobre el cristal de una de las mesillas pegadas a la pared y se acerca descubriendo que hay varios mensajes.

"Te extraño " 08:32 A.M.

"Podríamos tratar de acurrucarnos está noche, amorcito. La cama es fría sin ti..." 10:18 A.M.

"Perra mal agradecida, retiro lo dicho, no te extraño y no quiero dormir contigo." 11:00 A.M.

Ríe un poco, arrugando las comisuras de su boca por primera vez en el día.

"¿Sabias que Samuel está con un humor de la mierda todos los días? No lo soporto, está discutiendo con Zier... y ahora me está mirado feo." 12:40 P.M.

"Dice que va a verte ahora... Suerte. X 😉" 13:10 P.M.

Se altera por completo cuando lee el último mensaje. Se apresura a chequear la hora y calcular cuanto tiempo tardará su alfa en llegar.
Arregla un poco su cabello, mucho más corto de lo que acostumbraba a tenerlo antes y piensa en que hacer para... no lo sabe, para no tener que lidiar con Samuel mucho tiempo. No puede.

THE REBELLION © [secuela de A.U.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora