Uno

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—Lamento que las cosas terminen así...

La mujer acababa de empacar, solo un par de maletas con algunas prendas y su maletín más pequeño donde llevaba su cámara junto a sus accesorios.

—No lamentes nada que no sientas en realidad —contestó Sebastian tratando de mantener su voz imperturbable.

—Sebastian... ¡dios!, te amo, pero ambos queremos cosas diferentes y yo...

El castaño la miró enfurecido, su gesto se endureció al escucharla decir que lo amaba.

—No te excuses en las decisiones que tomaron tus padres, esas fueron las de ellos y la situación es diferente, pero no mientas al decir que me amas.

La mujer sintió aquello como una daga que se enterraba en su corazón, por supuesto que lo amaba.

Tragó saliva, intentando que el nudo de su garganta desapareciera.

—Tus padres se divorciaron, los míos también, maldición, no entiendes eso, las malditas estadísticas lo dicen...

—No tiene porque ser así.

—Sebastian, sabés porque me voy cariño, así tú podrás buscar en alguien más aquello que deseas.

—No puedes hablar tan serena de irte y sugerir que busque a alguien más, además hacerlo de manera cariñosa, ¡mierda!, solo di que nunca me amaste como yo a ti, hazlo fácil y que pueda odiarte.

Cerró lentamente el zipper de la segunda maleta y la posicionó junto a la otra, extendió ambas agarraderas de las maletas con ruedas, se colgó la maletilla de la cámara al hombro y lo vio una última vez, sus ojos preciosos hoy lucían rojizos por las lágrimas que habían derramado.

—Quizás tengas razón.

En un impulso Sebastian sujetó a la mujer del brazo, ejerció algo de presión y con coraje en su rostro, tan cerca de ella que podía notar alguna vena saltándose en su cuello.

—Lo ves, era tan sencillo admitirlo —gruñó el castaño.

—Me lastimas Sebastian —susurró pero no se quejó por el apretón, aunque si había excedido la fuerza el rumano y lo más probable es que aparecieran moretones, el mayor dolor era que él creyera eso tan fácil.

Él la soltó alejándose unos pasos de ella, desconcertado por su propia reacción.

Tres palabras fueron suficientes para derrumbar casi dos años de relación, como era posible que después de innumerables muestras de amor, él fácil se convenciera que nunca lo amo.

Desde el principio ella le mostró sus inseguridades respecto al matrimonio y la maternidad era algo que simplemente no había pasado por su cabeza.

Nunca había sentido ese llamado de la naturaleza, quería vivir una vida plena bajo sus propios términos y condiciones y eso no incluía ni boda y mucho menos niños.

—Te deseo lo mejor porque lo mereces Seb.

Él ni siquiera la miró, se había sentado en la orilla de la cama, cabizbajo, no quería verla partir, porque esta vez ella no regresaría más.

》》》

Los meses pasaron y para ninguno había sido sencillo, ambos seguían amándose, ni la distancia ni el tiempo ni la absurda idea que no lo amaba podía arrancarla de su corazón.

El actor se enfrascó en el trabajo, su refugio fueron sus amigos, la rutina cuando estaba en casa, en cuanto a mujeres a veces tenía algún revolcón pero no se había atrevido a llevarlas a su cama, su santuario, no quería manchar aquel sitio donde guardaba los recuerdos de las tantas veces que se habían entregado, donde le había demostrado su amor por medio de besos, caricias, buscando llevarla al edén, conseguir cruzar el límite físico de la pasión y deseo mientras le susurraba cuanto la amaba y ella gemía su nombre y algunas palabras innentendibles en su idioma natal en medio del éxtasis.

Papito》 Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora