15 de Octubre, 1940

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"Las locuras son hijas de la madre desesperación"
~Anónimo

Octubre 15, 1940

La blanca luz brillante de aquella habitación de hospital me segaba y molestaba. Ya llevaba en aquel lugar doce días que parecieron a mi mente años. Los sueños me seguían como a una liebre indefensa, que con sus fauces me intimidaban y su presencia era desconcertante.

Aun los medicamentos me tranquilizaban, pero aquello era solo un alivio artificial que no surtía efecto perdurable. Mi esposa dormía en una butaca blanca abrigada por una frazada peluda de estampados de pajarillos.
Aproveche la mañana para meditar en lo que haría, pero al parecer todavía me quedaba bastante de mi estadía en aquel lugar. Unos golpes se escucharon en la puerta y la voz de Paty se escuchó.

"Tony, Rubí... ¿Como están?"

"¿Pero que pregunta es esa?"

"Señor Tony"

La familia Rivera estaba llegando como de costumbre. El dulce olor a pastel de manzana lleno el cuarto y levanto mis ánimos. Patricia era una excelente cocinera, no tanto como mi Rubí, pero hacia unos pasteles increíbles.

"Paty, Will, Ruben"
Se levanto de sobresalto Rubí mientras se estiraba.
"Que gusto que hayan venido, Paty. No pensé que vendrias hoy"

"Doña Rubí"
Escuche la voz tímida de Ruben detrás de sus padres.

"Ya viene este con sus cosas, Paty, tu hijo"
Se quejo William al escuchar a Ruben.

"Dejalo Will, es un bonito gesto"
Dijo suavemente Paty mientras buscaba a Ruben y le daba unas palmaditas como animándolo.

"Gracias mamá"
Sonrió tímidamente a la vez que ocultaba algo en su espalda.
"Doña Rubí, tengo algo para usted"

Aquello nos extraño mucho, y mi esposa se inclino al frente expectante de aquel regalo inesperado.

"A ver, ¿que me quieres regalar?"
La voz de Rubí era dulce como el azúcar y podía ver su entusiasmo.

El joven inseguro mostró lo que con tanto cuidado llevaba en su espalda.
"Para usted señora Rubí, se que ya el pobre Señor Benito..."
Su rostro se puso pálido, pues no quería recordarle a Rubí la muerte de su gato.

"Vamos Ruben, acaba y dale lo que le trajiste"
Le apremió su padre con la carencia del tacto que le caracterizaba.

"Bueno... Aquí esta un conejito para usted"
Mostró con cuidado un pequeño conejillo blanco como la nieve y tímido como mi esposa. Los ojos de Rubí se abrieron como dos lunas llenas y corrieron a tomarlo en sus brazos con la delicadeza que la caracterizaba.

Enciende La Luz "El Diario"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora