Momentos

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Anoche morí.

Déjame decirte que le dan demasiado crédito, no es dolorosa; la muerte, una vez que te acostumbras, resulta incluso un tanto placentera. Es como un sedante amable que te da la garantía de un despertar renovado, podría incluso jurar que tiene cierto regusto a pastel.

Pero no me prestes atención; siendo alguien que muere todos los días me empieza incluso a resultar aburrido. Más bien, lo que duele es aquel pequeño momento de duda antes del golpe final, en que casi puedes ver  frente a ti como tus esperanzas son destruidas y pulverizadas, como si fueran efectivamente algo físico y no un concepto abstracto y el susodicho destructor se metiera una raya con ellas para terminar de humillarte.

Y cuando como yo, sabes exactamente cuando vas a morir, puedes alargar este momento todo lo que quieras, regodearte en auto compasión y sufrir hasta que tu lado masoquista se dé por satisfecho.

Lo mejor es resignarse, créeme.

"Abandona toda esperanza" ¿Recuerdas?, me resulta enfadoso que Alighieri parezca saber más del tema que yo, a pesar de haber muerto tan sólo una vez y hace cientos de años (peor aún, el realizó su obra ANTES de morir).
Supongo que aquí no aplica eso de que la práctica hace al maestro... Con esa frase me hubiera ahorrado tanto, si tan sólo fuera capaz de seguirla...

Son las ocho. Puedo saberlo sin ver el reloj por la pesadez que tu presencia agrega al ambiente en cuanto llegas; como todos los días repaso palabra por palabra lo que voy a decir.

—Hola ¿Cómo estuvo tu día? —me preguntas sin ni siquiera mirarme a los ojos, sólo por costumbre, la pregunta ni siquiera ha variado su tono desde que empezaste a asesinarme.
Otra vez la costumbre, me impulsa a darte la misma maldita respuesta.

—Bien.

Este diálogo monótono de respuestas ensayadas se ha convertido en nuestra rutina.

Mentira

Me reclama aquella pequeña voz con tono optimista y a veces de regaño en mi cabeza que creo alguna vez fue mi moral.

Se acerca el momento. Aquel pequeño lapso fue estirado todo lo posible y busca regresar como si fuera una liga, para golpearme y echarme en cara que no soy nada.

Como si no lo supiera.

Habla

La  pequeña voz tiene la vitalidad que solía tener; me gustaría poder hacerle caso, pararme, ponerte una mano en el hombro para forzarte a mirarme y empezar aunque sea una discusión. Pero es como si la pequeña voz hubiese tomado mis fuerzas.

Me das la espalda para abandonar la habitación.

¡Voltea!

Apagas la luz sin importarte que esté ahí.

¡Grita!

Mis labios tiemblan tratando de articular las palabras, tan repasadas, tan ensayadas, que podría decir que están manoseadas.

Te pierdo de vista en las escaleras, el suelo alfombrado contribuye a la ilusión de anular tu presencia al ahogar tus pasos; el reclamo no se produce y el chasquido del pestillo de tu alcoba resuena en el silencio como una acusación.

En ese momento me asesinas.

Cobarde.

Cuentos Fumados Para Personas InsomnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora