No quiero ir.
—Te he oído la primera vez la segunda y la tercera. Ahora
cállate y conduce por el camino poco a poco. El vino se
volcará.
—Odio las funciones de familia.
Serena rezó por paciencia. Darien le recordaba a un chico que arrastraba los
pies y quería quedarse en casa para jugar con sus juguetes en vez de ver a
sus familiares.
Las últimas dos semanas habían volado y pasado en relativa tranquilidad,
excepto por sus crecientes quejas con respecto al día de fiesta. Alexa le
había recordado que Acción de Gracias con los Chiba era más que una
pesadilla de Halloween, así que Serena evitó el encuentro con su esposo,
pero se negó a dejarlo libre del proverbial gancho (no dejarlo evadir su
responsabilidad de la situación).
—No tenemos otra opción. Como una pareja casada, se espera que
aparezca para la cena. No habrá mucha gente allí, de todos modos. —Darien
soltó un bufido.
—Voy a estar aburrido.
—Emborráchate.
Frunció el ceño y se pusieron en el camino de entrada. La pila de tartas y
pasteles y el vino resonaron en el asiento trasero, pero se mantuvieron
estables. Cogió el pomo de la puerta y estiró las piernas. La mordedura del
viento de noviembre arrastró la falda a través de las gruesas medias que
llevaba debajo de su mini. Ella se estremeció y miró la pila de coches que
ya se alineaban en el césped.
—Sabía que llegaríamos tarde.
Sus rasgos cambiaron, se hicieron más suaves, más íntimos. Esas
profundidades castañas brillaban con los recuerdos de temprano esta
mañana, del calor, sábanas enredadas, los gritos y largos besos húmedos.
Su cuerpo reaccionó inmediatamente. Sus pezones se apretaron contra su
suéter púrpura y un calor adolorido se agrupó entre sus muslos. Él
extendió la mano y corrió un dedo por su mejilla, luego remontó
ligeramente el labio inferior.
—Claramente pregunté si deseabas continuar o no, ¿recuerdas? —El calor
se precipitó en sus mejillas.
—No deberías haber comenzado en primer lugar. Sabías que íbamos a
llegar tarde.
—Podríamos pasar toda la cosa y pasar Acción de Gracias en la cama.
—Su estómago se cayó por su murmullo bajo—. ¿Qué piensas?
—Creo que estás tratando de sobornarme.
—¿Está funcionando?
—No. Vamos a ir. —Ella escuchó su risa baja detrás de ella. Él sabía que