Capitulo 9

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Capitulo 9

El silencio descendió.

Alzó la mirada de su tarea y su boca cayó abierta. En todos los años que

había conocido a Darien Chiba, él la había torturado, provocado e insultado.

Nunca la había llamado hermosa.

Darien estaba ocupado batiendo crema y mantuvo su tono casual.

—Sabes lo que quiero decir. Hermosa en el sentido de hermandad. Las

observé a ti y a Alexa pasar por la pubertad, y volverse mujeres. Ninguna

de las dos es fea. O gorda. Creo que estás siendo dura contigo.

Serena entendió lo que quería decir. Él no pensaba en ella como una mujer

hermosa, más como una molesta hermana menor que creció siendo

atractiva.

La diferencia era monumental, y ella ignoró el agudo escozor del dolor.

—Bueno, voy a comer esta ensalada y no quiero escuchar más

comentarios sobre las mujeres.

—Bien. ¿Abrirías una botella de vino? Hay una enfriándose en el

refrigerador.

Ella descorchó un caro chardonnay y lo observó sorberlo. Las esencias

cítricas de madera y frutas se alzaron hasta sus fosas nasales. Luchó un

minuto, luego se rindió. Una copa. Después de todo, se lo merecía.

Se sirvió un vaso y tomó un sorbo. El líquido bajó por la parte posterior de

su garganta, el sabor seco y hormigante. Pronunció un bajo gemido de

placer. Su lengua lamió las esquinas de sus labios y sus ojos se cerraron

mientras el sabor pulsaba a través de su cuerpo.

Darien comenzó a decir algo pero se detuvo. La visión de verla bebiendo y

disfrutando su vino puso tenso cada músculo de su cuerpo. La sangre

latió en sus venas y su ingle se volvió completamente alerta. Su lengua

lamió sus labios con unos movimientos tan delicados, que él deseó que

probara algo más que vino.

Se preguntó si ella hacía esos sonidos guturales cuando un hombre estaba

enterrado profundamente en su calor húmedo y pegajoso. Se preguntó si

sería tan apretada y caliente como su boca, cerrándose alrededor de él

como un puño sedoso, ordeñando cada hasta la última gota de su reserva

e incluso demandando más. Esos pantalones revelaban cada curva de su

cuerpo, desde su dulce trasero hasta la seductora longitud de sus piernas.

Su sudadera se había subido y mostraba un trozo de piel desnuda. Y

obviamente se había quitado su sostén, sin pensar en él como un hombre

que la deseara, si no más como un molesto hermano sin urgencias

masculinas.

Maldita ella por empezar a complicar las cosas. Él dejo caer el tazón de

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora