Capitulo 4

853 71 7
                                    


Capitulo 4

Él confiaba en ella. Esos ojos Celeste transmitían determinación y justicia.

Su promesa significaba algo. Después de un año, sabía que ella se alejaría

sin mirar atrás o con deseo de más dinero. La balanza se inclinaba a su

favor.

Una uña rojo cereza golpeteaba el borde de la página en un ritmo

tranquilo. Ella levantó la mirada. Darien se preguntó por qué su piel tomó un

tono tan pálido cuando se veía tan ruborizada y saludable hace un

momento.

—¿Tienes una lista de requisitos? —lo dijo como si lo estuviera acusando

de un crimen capital en lugar de hacer una lista de bienes y compromisos.

Se aclaró la garganta.

—Sólo un par de cualidades que me gustaría que mi esposa tuviera. —Ella

abrió su boca para hablar pero las palabras no salieron. Parecía luchar

para dejarlas salir.

—¿Quieres una ama de casa, una huérfana y un robot todo en uno? ¿Eso

es justo? Tomó una respiración profunda.

—Estás exagerando. Sólo porque me gustaría casarme con alguien con

gracia y sentido del negocio, no quiere decir que sea un monstruo.

Ella soltó un bufido muy poco femenino.

—Quieres una esposa sumisa sin sexo. ¿No has aprendido nada sobre las

mujeres desde que tenías catorce?

—Aprendí bastante. Por eso es que el tío Earl tuvo que forzarme en una

institución que favorece a las mujeres en primer lugar.

Ella contuvo el aliento.

—¡Los hombres consiguen mucho con el matrimonio!

—¿Cómo qué?

—Sexo estable y compañerismo.

—Después de seis meses los dolores de cabeza empiezan y se enfadanunos a otros hasta las lágrimas.

—Alguien con quien envejecer.

—Los hombres nunca quieren envejecer. Por eso es que se mantienen

persiguiendo a mujeres más jóvenes.

Su boca cayó abierta. La cerró con un rápido chasquido.

—Niños... una familia... alguien que te amará en la salud y en enfermedad.

—Alguien que gasta todo tu dinero y te regaña cada noche y es una perra

sobre limpiar tu desorden.

—Estás enfermo.

—Estás engañada.

sacudió su cabeza, haciendo que sus sedosos rizos negros cayeran

alrededor de su cara, luego se asentaron lentamente. El sonrojo estaba de

vuelta en su piel.

—Dios, tus padres realmente te arruinaron —murmuró.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora