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Toph quería bufar pero, sabía que eso sería de mala educación. Al menos estando Iroh allí presente.

No es que no le agradara el viejo tío de Chispitas, de hecho Iroh era uno de los pocos adultos a los que Toph podía llamar amigo. No obstante, era su edad y su actitud relajada lo que precisamente ahora estaba matándola del aburrimiento.

¿Alimentar a los patos-tortuga? ¿Enserio?

Es decir, ella dejaba su escuela de tierra control por unos días para hacer una visita al nuevo Señor del Fuego, y a su tío-quien también visitaba el palacio en ocasiones-, y lo primero que le proponían hacer era alimentar animales que ella no podía ver.

Debería agregar esto, a la larga lista de ocasiones irónicas en que todos sus compañeros olvidaban el hecho de que era ciega.

— ¿Te aburres Toph?—Pudo oír como Iroh dejo de sorber su té, haciéndole la pregunta con suavidad.

—Un montón—admitió, rodando los ojos. No iba a negar la realidad cuando se lo preguntaban. Ella no era una mentirosa después de todo.

—Podemos hacer otra cosa, si tu quieres—sugirió Zuko, dejando de lanzar migajas a los animales que rápidamente se dispersaron a lo ancho del estanque.

Toph torció los labios y cerró los ojos, sopesando que otra cosa podían hacer por la tarde. Un entrenamiento entre ambos estaba terminantemente prohibido desde que sin ninguna delicadeza, Toph había casí dejado fuera de su corona al Señor del Fuego. Y aunque le encantaba lo prohibido, la recién encontrada madre de Zuko prefería evitarse un segundo infarto ante la inminente casi muerte de su hijo.

El silencio se había prolongado por unos instantes, al no emitir aún un veredicto, tanto Zuko como Iroh volvieron a sus actividades anteriores, Zuko a alimentar a los patos tortuga e Iroh a tomar su té con algún que otro dulce traído desde Ba Sing Se.

Fue en ese preciso instante que los labios de la joven maestra tierra se estiraron hacia arriba, riendo por lo bajo, empezó a maquinar el modo en que ejecutaría su plan sin que este pareciera sospechoso.

—Juéguenos a la gallina ciega—

Iroh y Zuko pararon sus movimientos abruptamente, y Toph podía permitirse el reír ante la idea de que los corazones de ambos se habían detenido y saltado por un segundo, a causa de a sorpresa que produjo su propuesta.

—Toph…—Zuko calló unos momentos, escogiendo las palabras adecuadas. —Eso no seria, este…justo. —completó haciendo una mueca.

— ¿Por qué soy ciega?—un latido le confirmo la respuesta silenciosa, pero afirmativa, del moreno. — ¡Ni que fuera un cachorro que necesita guía! ¿Te olvidas que puedo ver?—dijo, haciendo más énfasis señalándose los pies con un dedo.

La culpa fue audible para sus oídos al reconocer como la respiración se tornaba algo pesada, y las plantas de los pies le comunicaban de esa manera llena de secretismo que los latidos se estaban volviendo algo lentos, graves, pero con un ritmo constante.

En resumen, Zuko, en esos momentos se sentía como un gran idiota.

Toph quiso sonreir, pero sabía que no podía permitírselo, debía parecer convincente, y mostrar algo que detonase la ternura que Chispitas le producía en ocasiones no ayudaría. Con ese pensamiento en mente, controlando a su vez las ganas mortales de curvar sus labios hacia arriba, prosiguió su dialogo.

—Escucha, es un juego fácil. Es más, yo seré quien corra y tú me persigues. —explicó.

Zuko se mantenía indeciso, Iroh por su parte parecía estar divirtiéndose de verlos a ambos, incluso Toph creyó leer en sus latidos que la escena que miraba delante suyo era lo más cálido que hubiera visto en mucho tiempo. Una ironía, tomando en cuenta que Iroh también manejaba el fuego control.

Dura Como Una RocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora