Bebida
Miró nuevamente la luna, la copa de sake, cuyo líquido era azotado por el brillo de las velas que daban una lúgubre iluminación a su oficina y suspiro. Pesadamente, así como de forma lenta, deseando que su miseria se viese expulsada de su ser.
— ¿Zuko?—la pregunta resonó, rompiendo el silencio auto impuesto. Iroh dejo caer sus hombros, casí fatigado.
Acercándose a una silla, tomándola y arrastrándola hasta quedar frente a la ventana, a un lado de su sobrino, siendo separados por la pequeña mesa donde yacía la jarra del néctar del olvido de todo pesar, y una segunda copa, vacía.
—La luna es hermosa, no te parece.
Zuko no respondio, solo tomo otro sorbo de su copa. Rápido y sin miramientos, sin dirigirle siquiera la mirada.
Iroh bufó. Era obvio que convencer al chico era más difícil que convencer al gran Appa a no darle besos amistosos cada vez que el bisonte y su dueño, le hacían una visita en su tienda de té.
—Sabes que lo hace por su familia cierto. —afirmó. Iroh no era el líder del Loto Blanco por nada.
—A ella poco le importa su familia—declaró con frialdad el soberano de la nación del fuego. Que ironía.
—Lo hace porque ya tiene diecinueve Zuko. Sus padres no pueden esperar más, y creo que ella quiere hacerlo. —expresó el anciano con serenidad, sirviéndose una ligera copa de sake.
Zuko dejo con un golpe seco la pequeña taza vacía sobre la mesilla. Entrecerrando sus ojos, apartando la vista de la luna.
—Ella no quiere, ella no es así. —susurró el chico de cabellera negra con vehemencia.
Iroh tomo un sorbo de su copa y miró las estrellas. Recordó su infancia, dura, casí fría- A su esposa e hijo muertos. Momentos felices, momentos tristes.
—Ni tú tampoco—dijo finalmente tras un largo silencio. — ¿Quién renuncio a una dama para luchar por otra?, tú, pero aún con tus sentimientos reconocidos ni un "Te amo" sale de tus labios.
—Pero ella sabe…—
—Sobrino. —Iroh lo cortó, entornando los ojos, para luego suavizar sus facciones, sonriendo con nostalgia. —Las mujeres, incluso las más duras no lo saben todo. Ni nosotros los hombres sabemos que traman nuestras propias mentes, ¿Cómo hacerlo con las mentes llenas de tramos oscuros, blancos o grises?, ella es fuerte, pero sigue siendo una mujer. —Iroh retiro la corona de la cabeza de su sobrino, arrojándola con cuidado sobre el escritorio de la oficina, detrás de ellos. —Y tu hombre…—hizo una pausa, volviéndose otra vez hacia la ventana. —Todos nosotros necesitamos ser amados, sentirnos queridos.
—Pero lo hacemos, quiero decir…—Zuko trataba de organizar la torrente de palabras que deseaban salir de su boca—Nos miramos, y la deseo, ella siente mi deseo. Puede leerme, y me asusta, pero a la vez me reconforta. No puedo, ni tampoco siento necesidad de fingir…ella es…—
—La única. Lo sé, sentí lo mismo por tu tía. Una mujer imparable cuando quería, pero oh el destino…—los ojos marrones del tío de joven rey se perdieron en las estrellas tintineantes, en esa noche clara que se encontraba fuera del palacio, siendo solo accesible por la vista ofrecida gracias a la ventana. —La aparto de mí al dar a luz a nuestro hijo. —los labios temblaron. Zuko se mantuvo alerta, no vaya a ser que su tío colapsase o algo. Sin embargo su cuerpo se relajo, apartando toda sensación de alarma del chico. —Creí que moriría, solo. Y como vez sigo estándolo, no puedo olvidarla. —confesó con férreo control sobre su voz, la cual había perdido intensidad. Zuko lo vio tomar una profunda respiración, decidido a continuar—Pero aún así, si tuviese que mirarla a los ojos como el primer día que le dije mis sentimientos, lo haría, y poco importaría si ella me rechazase. —Iroh miro con una sonrisa sabia a su sobrino—Solo vives de ilusiones, sobrino—susurró, tan bajo como un secreto que nadie debería oír—La realidad es qué, si las palabras no salen, por más que tu corazón sea el que ella oiga, la inseguridad de que ese sentimiento es real siempre estará presente. Debes manifestarlo, darle forma, y la forma que tus sentimientos pueden llegar a ella en todo sentido es con tus actos, y tus palabras. —Enderezándose, el líder del Loto Blanco, y gerente del Dragon de Jazmín abandono el cuarto, dejando al joven solo.