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Exilio

Miró nuevamente el mueble, el brazo extendido hacia este, y el ceño fruncido de ella.

— ¿Es enserio?—preguntó abriendo los ojos con sorpresa.

— ¿Estas sordo? , pues claro. —aclaró ella, cruzando los brazos sobre su pecho frunciendo más el ceño.

— ¡Oh por favor!—expresó el moreno elevando el tono de voz. Estaba indignado. —¡Fue un accidente!—agregó, recordándole a la chica que las circunstancias de todo el lio producido hace diez minutos atrás no fueron provocadas con antelación.— Y…¿Desde cuándo esa cosa es más importante que yo?—interrogó dolido.

—Desde que le puse nombre. Pisaste a Coco, así que…—entorno los ojos, afilando el brillo cortante de estos—Al sofá.

Zuko iba a replicar, argumentar que él no merecía ser tratado de esa manera. Pero el sonido de la puerta del cuarto que ambos compartían cerrándose, dio por adelantado la respuesta que de todas formas hubiese sacado de los labios de la chica.

Masajeándose las sienes, con algo de resignación; se acerco al sofá, el cual era lo bastante amplio como para que dos personas durmiesen allí pero, solo en este solo había una frazada y una almohada, ya dispuesta para él.

—No voy a dormir en el sofá—murmuró, tomando la frazada y la almohada, arrojándolos al suelo. Prefería dormir en el frio piso que en el sofá como Sokka cuando Suki lo hallaba haciendo estupideces. —Y todo porque pise por accidente la tonta cola de ese tejón-topo. —refunfuño.

Cuando su cabeza hizo contacto con la almohada, creyó poder dormir. Sin embargo era imposible, el piso estaba frio, sin mencionar que por más vueltas que diese se sentía incomodo sobre la superficie del suelo alfombrado. Abrió uno de sus ojos, fijándolo en el reloj colgado en una pared a un lado de la sala y gimió al ver que la hora marcada era la una de la madrugada. Observo nuevamente el sofá, claro que su meticulosa observación duro cierta cantidad de minutos. La causa de dicha tardanza era la indecisión sobre la opción de dormir o no en el sofá. Por un lado estaba su orgullo como hombre, y por el otro su lado más humano, ese que clamaba por dormir en una cama o lo que se la pareciese.

Con una maldición, llevo nuevamente la frazada y la almohada hasta el sofá, tirándose sobre este, dispuesto a conciliar el sueño.

El chasquido característico de una puerta al abrirse capto su atención. Al alzar la vista se encontró con Toph y su cabello negro suelto, vestida en pijama y con las mejillas algo ruborizadas.

—Hazme espacio— pidió con ligera brusquedad.

Escudriñándola con sus ojos ambarinos, él se movió un poco hacia atrás, brindándole todo el espacio que pudiera. Advirtió entonces como los pequeños brazos se aferraron a su espalda, y como la cabeza de ella se enterraba en su pecho.

— ¿Y este repentino cambio de actitud?—no pudo evitar el preguntarlo, del mismo modo que no pudo reprimir la leve risa que abandono su boca, y las caricias que ahora repartida al rozar sus dedos la sedosa y negra cabellera.

Toph se tomo su tiempo para responder. Una sonrisa surco sus labios, entre traviesa y avergonzada.

—La cama se sentía fría sin ti—confesó.

Zuko le vio, soltando entonces una carcajada.

Dura Como Una RocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora