prefacio; Jirou Kyouka

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« Los ojos que antes lloraban ahora brillan más que nunca, ¡qué feliz está! Qué rabia. »

Ella creía en el destino y el susodicho le había golpeado con la fuerza de un huracán.

Cuando todo se vino encima, juró que no iba a derramar una lágrima, sin embargo pasó cuatro días encerrada en su habitación, intentando comprender la realidad que caía sobre ella.

Por eso decidió tomar una gran decisión derivada de esos días.

Volviendo a la rutina mostró la cara más fría que podía, dejando atrás a todo aquel que le importaba. No podía mentirles a la cara, por eso se separó de ellos, aunque eso le doliera más que su propio destino.

Sus amigas desistieron al par de semanas, dejándole como ella quería: sola. Ella había cambiado y ellas se habían cansado de preguntar. Ya no sonreía, ya no hablaba como antes. Pasaba los almuerzos sola, las horas libres mirando por la ventana o rasgando su cuaderno, justo como ella quería.

Pero estaba triste. ¿Había cometido algún fallo? Lo más seguro,  aunque no iba a rectificar ahora, no le daba tiempo.

Soportaría ese año y luego se iría, sin más ataduras que las de su familia. Era lo que buscaba y debía estar feliz por su éxito.

Todo iba perfecto hasta que volvió a clase después de un par de problemas y vio que el sitio vacío al lado del suyo tenía ya dueño.

Él tenía el pelo rubio, con una curiosa marca de nacimiento morena en el flequillo, mostrando una sonrisa siempre. Siempre miraba a los ojos a la gente, por incómodo que pareciera. Era raro verle triste, sus labios parecían grapados para esbozar esa sonrisa. Vivía con los pies en la tierra, muy unido en tan poco tiempo a los demás. Mataba las horas hablando con cualquiera que se encontrara o garabateando cualquier chiquillada en su cuaderno. Era una chico de suficiente, sin ninguna asignatura donde destacara, sólo lo haría si hubiera una de dormir en clase. No destacaba absolutamente en nada, sólo en su carácter social que hacía reír a cualquiera. Se relacionaba con todos y a todos caía bien, él había pasado a ocupar su lugar. Parecía que sólo ella le veía fuera de lugar.

Estaba dispuesto a buscar respuestas y ella no se las iba a dar.

Sin embargo, a ella le gustaba que insistiera. No iba a darle tiempo a encariñarse, por lo que no le importaba tenerlo al lado.

Aunque no lo pareciera, ella también necesitaba compañía.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora