De acero inolvidable; Kamijirou

veintisiete;

Kaminari recuperó el aliento antes de llamar a la puerta, rezando porque alguien estuviera dentro de la casa. Por primera vez en esos días la suerte parecía estar de su lado.

—Buenos días, Jirou-san —dijo el acalorado chico.

—Chico, ¿no deberías estar en clas-

— ¿Donde está su hija? 

Él levantó la mirada, viendo la sorpresa en el rostro del padre de la chica. Esta apretó los labios, rascándose la nuca, midiendo que palabras le iba a soltar al joven para no dañarle.

— ¿Quién es, Kyoutani?

La madre de Kyouka se asomó por la puerta observando al rubio que, sólo con su mueca, pedía respuestas. Ella colocó una mano sobre el hombro de su marido, haciendo que él le mirara y asintiera, entendiéndose perfectamente.

— ¿S-Sucede algo?

—Eres Kaminari, ¿verdad? —El rubio asintió—.  Entra, Kyouka quería darte algo.

El chico no dudo en seguir a la madre dentro de la casa hacia el final del pasillo hacia una puerta cerrada donde un letrero de "prohibido el paso"  la decoraba. Él sabía que era la habitación de Jirou.

—Esto es para ti. —El padre sacó un sobre de un cajón y se lo ofreció.

— ¿Y Jirou? —murmuró él aceptando el sobre.

Observo el sobre donde ponía su nombre escrito a mano por ella. Conocía su letra perfectamente.

Mika abrió la puerta de la habitación, cabizbaja, dejando pasar primero al rubio. Al encender él las luces, su mundo se cayó al suelo, viendo que era más frágil de lo que parecía.

Pues el altar de su primer amor decoraba la que había sido su habitación.

—Antes de morir, nos hizo prometer que a su funeral sólo acudiera nuestra familia. Sentimos no haber informado de nada.

—Te dejamos solo. —murmuró la madre antes de dejar al chico.

Kaminari apretó los puños, apretando la carta con fuerza, antes de romper a llorar incontroladamente.