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Kaminari había dedicado numerosas miradas "disimuladas" a la de cabellos morados durante esa semana, dándose cuenta de varias cosas como que esas ojeras no desaparecían, que andaba con los talones fuera de los zapatos o el azul de sus labios por algún pintalabios. También pudo ver como solía llevar su móvil siempre encima, usándolo para escuchar música o simplemente encima de la mesa, sin que ningún profesor dijera nada; y como picoteaba entre horas, sin llegar a comer un obento en la hora del almuerzo además de que faltaba a las clases de gimnasia y alguna que otra hora más, llamando más la curiosidad del rubio.

Decidió ese día saltarse la clase de gimnasia sólo para investigar dónde estaría esa chica metida sin anunciarlo a nadie.

Por eso vagó por los pasillos, con la mayor discreción que podía, asomándose por cada ventana de cada clase y club posible, hasta en la enfermería por si acaso. No conocía mucho ese sitio, por eso tampoco sabía donde buscar con exactitud.

Casi dándose por vencido, vagando casi mitad de lo que duraba la clase, decidió mirar en la azotea como último lugar posible.

Soltó un resoplo al no verle ahí arriba, decidiendo que asomarse por la barandilla para ver el recinto por completo sería una buena idea.

Nunca se había planteado lo grande que era su instituto.

Soltó una pequeña risa al ver en las lejanías a sus compañeros de clase, corriendo en las pistas. Debería estar con ellos y no matando el tiempo en una búsqueda imposible.

Decidió rendirse e irse a casa, no le importaba saltarse la tutoría con tal de poder llegar antes, y sería absurdo plantarse en clase en mitad sin justificación alguna.

Una sonrisa tonta apareció en su rostro al girarse y ver a la suso dicha sentada a un lado de las paredes que sostenían la puerta, un punto ciego si sólo asomabas la cabeza.

Estaba dispuesto a hablarle y presentarse por primera vez ,ya que era la única de su clase que no conocía su nombre. Sin embargo, los ojos cerrados de la chica y los cascos aún en sus oídos le avisaron de que no era buena idea.

Sonrió con cierta ternura al verle dormida bajo tanto calor, ignorando los pequeños sonidos y gestos bruscos que hacía por lo que parecía un mal sueño.

Él decidió dejarle sola por si hacía algún ruido que le molestara y acabara despertándose por su culpa. Parecía de las chicas que se despertaban siempre con el pie izquierdo y no quería comprobarlo.

Cerró la puerta tras él, con todo el cuidado del mundo, aunque ella se despertó segundos después, intentando respirar por la boca y notando que se ahogaba.

Los ojos le lloraban y cada intento de respirar le dolía como millones de avispas picándole a la vez.

Era su pan del día a día, su rutina, aunque cada vez era más cuesta arriba. La chica debía domar la situación si quería seguir de pie y nadie más que ella podía hacer algo.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora