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Era tercera hora de una mañana normal y corriente de un viernes nublado con pinta de tormenta. La chica recorría los llenos pasillos en búsqueda de su aula, en el segundo piso, sintiéndose completamente abrumada por la cantidad de personas que habían. Tenía que haber esperado un poco más antes de entrar.

Había pasado una buena parte del curso escolar y no se acostumbraba a su nueva clase, a su nuevo ritmo de vida. Nunca pensó que llegaría a segundo, imagínate a tercero, era toda una desafortunada.

Con los cascos puestos y al son de Don't stop believing de Journey decidió ignorar a todos esos seres que gritaban por los pasillos, muchos de ellos sin nombre conocido. Tampoco le interesaba saber de ellos.

Al entrar en clase, se dio cuenta de que la mayoría de sus compañeros se habían arremolinado alrededor de un rubio que nunca había visto. Todos parecían pasarlo realmente bien, pero a ella no le importaba en absoluto. Ella también estaba bien.

Él se sorprendió con su llegada, ya que, en la semana que llevaba en dicha ciudad, nunca le había visto. Sus amigos parecían no sorprenderse por su llegada, parecía que solo él podía verla. Aun teniendo la piel tan pálida, rozando el blanco, dudaba que fuera un fantasma. Sabía que eso no existía, era una ridiculez.

—Oye, Kirishima. —El rubio echó la cabeza hacia detrás, mirándole de reojo.— ¿Quién es ella?

— ¿Quién? —El pelirrojo ladeó la cabeza.

—La de pelo morado y  corto. —Señaló con disimulo.

—Jirou. —Se limitó a decir, apartando la mirada de ella.

— ¿Siempre ha estado aquí? —Kirishima asintió.— ¿En clase?

—A veces viene, a veces no. —Se encogió de hombros.

Kaminari volvió a mirarle. Tenía la barbilla apoyada en su mano y miraba por la ventana. Ni la llegada del profesor le había hecho quitarse los cascos. Parecía que a ninguno de los dos le importaba tal hecho.

Una fugaz mirada fue lo suficiente para que a Kaminari se le escapara una sonrisa. La chica frunció el ceño ante su error y volvió a deslizar la mirada hacia la ventana. Él se dio cuenta de las grandes ojeras que decoraban sus ojos. Más grandes incluso que las suyas.

Al parecer él ya no era el único que se quedaba hasta tarde despierto, o eso creía.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora