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Una tos continua rompió el silencio de la clase. Los murmullos y las miradas se dirigían a la misma persona, la pobre causante del ruido.

Lágrimas descontroladas salían de sus ojos, empeorando aún más esa tos seca que no cesaba.

Kaminari se alarmó al ver un hilillo rojo salir de la comisura de los labios de la chica. ¿Era el único que estaba viendo eso? No podía creérselo. ¿Nadie iba a hacer nada por la chica? Decidió actuar por sus compañeros y el mismísimo profesor, sintiendo pena por ellos y su falta de iniciación. Sacó un pañuelo de tela de la bandolera y se levantó sólo para hacer lo mismo con ella.

—Le voy a llevar a la enfermería. —Informó tirando de ella con la mayor sutileza que podía, sintiendo los nervios a flor de piel.

En el pasillo fue donde se sublevó, empujándole para evitar que le tocara. No quería su compasión, no la necesitaba. Sin embargo, Kaminari era más cabezón de lo que parecía, agarrándole de nuevo y tirando de ella hasta la enfermería. Jirou quería pelear, quería quitárselo de encima, pero notaba que no tenía las fuerzas suficientes para mantenerse de pie después de eso. Sólo quería que esa tos parara antes de que sintiera que el aire le faltara más de lo normal.

El rubio maldijo a todo el instituto al encontrarse solos en la enfermería, perdiendo la calma al ver como sus tosidos no paraban. Agarró cada medicamento de la sala en busca de alguno que sirviera, sin saber claramente que hacían.

— ¡Caramelos! —Su mirada se iluminó, soltando las cajas sobre el escritorio hasta haciendo que varias cayeran al suelo—. ¡También agua caliente con limón!

—Eso es antes de la tos, idiota —dijo con una voz ahogada, siendo la primera vez que le escuchaba hablar. El rubio soltó un suspiro, era una señal de que su tos había parado.

Se acercó a ella, sacando el pañuelo para quitarle la sangre que aún asomaba. Jirou le arrebató el pañuelo antes de que pudiera acercarse, dedicándole una mirada de odio.

—Tienes un poc-

— ¡Me he mordido la lengua! ¿¡Vale!?

El rubio dio un par de pasos hacia detrás, sin entender el humor de la chica. Ella se limitó a quitarse la sangre de la comisura de los labios, tornados azules después del ataque de tos.

Él intentó buscar su mirada, roja y llena de lágrimas, pero ella no quería, no se dejaba mirar. Sólo mostraba una gran indiferencia y unas ganas completas de que el rubio desapareciera.

—Vete a clase de una vez. —Gruñó tumbándose en la camilla dándole la espalda.

—Me voy a quedar contigo hasta que venga la enfermera. —Aseguró mientras iba en búsqueda de una silla.

—No soy tu excusa para saltarte las clases.

—No la iba a usar —murmuró.

La de cabellos morados ni se inmutó, sólo apretó más el pañuelo rezando para que cogiera el sueño o no volviera la tos.

—No he tenido la oportunidad de presentarme. —Arrastró la silla al lado de la cama—. Soy Kaminari Denki, ¿y tú? Bueno, se quien eres per-

— ¿Entonces para que preguntas? —El rubio esbozó un puchero—. No me interesas, déjame tranquila.

Él puso una mueca de fastidio sin abandonar el sitio, ni siquiera hizo el amago de irse. No podía dejar a una persona así.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora