Me despierto temprano en la mañana, al abrir la ventana veo un bello paisaje del jardín, lamentablemente yo no tenía el ánimo para disfrutar de él correctamente (suspiro), mientras pasaba el tiempo distraída en mis pensamientos escucho el sonido de alguien tocando la puerta.
- Buenos días su majestad reina Nathalie, a partir de hoy estaré a cargo de servirle, mi nombre es Sophia Wellm a sus órdenes.
Sophia es una chica linda de ojos y cabellos de color café, su contextura es pequeña y despierta el deseo de protección e irónicamente su cara refleja determinación, como si estuviera diciendo que no necesitara la protección de nadie.
- Estaré entonces a tu cuidado
Seguidamente de dar mi consentimiento trajo para mi agua para lavarme la cara, busco en el armario un vestido bastante ostentoso al cual rápidamente negué pidiéndole que trajera algo más sencillo, trato de debatir un rato... lástima que no tuvo oportunidad, me peino una larga trenza que resalta muy bien con el vestido; satisfecha salimos con Sophia dirigiendo el camino al comedor.
Al llegar el rey Philippe terminaba su desayuno.
- Buenos días su majestad - saludo con cierta cautela
- Buenos días - dice levantando la mirada encontrándola con la mía
Me guían a mi asiento y sirven mi desayuno, no había empezado a comer cuando un habiente de incomodidad se va extendiendo por todo el lugar desapareciendo cualquier sensación de hambre que pude haber tenido, nos estuvimos mirando el uno al otro hasta que el valiente mayordomo Sebastian se acercó al rey Philippe y le comento que debía apurarse o se retrasaría a una reunión, él se levantó yéndose sin mirar atrás, al marcharse la incomodidad se dispersa y mi hambre comienza a volver, pero con esto confirmo mis sospechas, él en definitiva no está contento de tenerme cerca.
Los sirvientes continúan sus tareas fingiendo no haber visto nada y yo continuo mi desayuno tranquilamente.
Tengo la ligera sensación de que he estado olvidando algo muy importante, pero no consigo recordar que es, como si se prendiera un bombillo arriba de la cabeza, finalmente recordé que aún no he conocido a la princesa Blancanieves, si no mal recuerdo debe de tener unos 5 años, no estuvo presente en la ceremonia, ni en la celebración, ni hoy en el desayudo, volteo en dirección de unos de los sirvientes indicándole que venga.
- ¿Cuál es su nombre?
- Mi nombre es Will mi reina - dice inclinándose
- ¿Dónde se encuentra la princesa Blancanieves? Temo que aún no nos hemos presentado
- La princesa presentó síntomas de un refriado hace unos tres días por lo que el rey le ordeno que descansara en su habitación.
- Ya veo, pero igual pienso que debería ir a saludarla y ver como se encuentra, por favor dirige el camino
Me levanto mientras Will todavía se encuentra en indecisión, al final acaba cediendo, se inclina y me indica a seguirle. No es fácil aceptar que tengo un aura bastante dominante, él pobre no podía mantenerme la mirada, tengo que trabajar en eso, aunque es útil en situaciones como esta, tampoco quiero que las personas a mi alrededor estén aterradas por mi presencia.
Pasamos por varios pacillos y mientras más cerca estamos más fuerte es la seguridad, el rey en verdad adora a su hija, se ve en cada gesto, incluso los muebles, pinturas y demás decoraciones van siendo más infantiles.
Al frente esta una puerta con motivos de cuento de hadas, toco la puerta y sale una vieja niñera dándome la bienvenida, aunque su mirada está vigilando fijamente cualquier acción que tome. Acostada en la cama llena de peluches y muñecas esta una pequeña niña arropada en las sabanas, su piel es blanca como porcelana o debería decir cual nieve y sus ojos son azules al igual que su padre, su pelo es lacio de color negro como las plumas de un cuervo, debió heredarlo de su madre, su rostro saco lo mejor de sus padres pero tiene mucho que madurar antes que realmente se empiece a notar su belleza; una niñera a su lado la ayuda a levantarse un poco colocando las almohadas de forma que este cómoda, ella me mira curiosa y algo nerviosa.
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¿Por qué me convertí en la reina malvada?
FantasíaHabía una vez, al final del invierno, una joven y bondadosa reina que, paseando por el jardín de su palacio, vio una rosa roja creciendo a pesar del frío, cuando la fue a tocar se pinchó el dedo con una espina, y dejó caer tres gotas de sangre en la...