Excursión (Parte 1)

95 13 1
                                    

Comenzamos la semana, todo iba de maravilla, Alex volvía a ser el de antes, regreso aquel profesor que era amigo de sus alumnos, dejó de ser serio y ahora volvía a hacer bromas; todos especulaban sobre su actitud, sin embargo yo lo comprendía, pues también estaba de buen humor.

Todo el peso cargado en las últimas semanas se había ido, no había tenido mucho tiempo para hablar con Alex pero cada que nos veíamos sonreíamos.

En esas semanas se organizó una excursión por parte de la escuela, iríamos a una hacienda llamada Panoaya y después a un parque de diversiones. Así era aquí en México, no eran campamentos de fin de semana, sólo viajes de ida y vuelta. Yo no era de parques de diversiones, de hecho le temo demasiado a las alturas y las emociones fuertes. Pero pasar un día fuera de clases con Alex y Rose parecía prometedor. Así que solicité el permiso a mis padres y pague la cuota dispuesta a ir.

El día llegó, de camino me senté con Rose, bromeamos y reímos durante todo el camino, así era estar con Rose, nunca dejaba de reír. Por fin se recuperaba de lo de Sebastián y volvía a ser la de antes. Las cosas se estaban poniendo en su debido lugar.

La hacienda era precisamente el lugar donde había vivido Sor Juana Inés de la Cruz, el recorrido no pudo más que hacer que creciera mi admiración por esa mujer, ella aprendió a leer a los tres años y se volvió adicta a la lectura así como también llegó a escribir poesía y hablar distintos idiomas. ​ Se dice que al estudiar una lección, cortaba un pedazo de su propio cabello si no la había aprendido correctamente, pues no le parecía bien que la cabeza estuviese cubierta de hermosuras si carecía de ideas.

Mi poesía favorita de ella es:

Al que ingrato me deja, busco amante

Al que ingrato me deja, busco amante; 
al que amante me sigue, dejo ingrata; 
constante adoro a quien mi amor maltrata; 
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor hallo diamante;  
y soy diamante al que de amor me trata; 
triunfante quiero ver al que me mata 
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo: 
si ruego aquél, mi pundonor enojo:  
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo 
de quien no quiero, ser violento empleo, 
que de quien no me quiere, vil despojo.

Y es que tiene razón, la mayoría de las veces nos enamoramos de quien no nos ama o en su defecto de quien no debemos, mientras que la persona que si nos ama no le hacemos ningún caso.

Todo esto pienso al recorrer aquel lugar y ver dónde vivió esta gran mujer.

Al llegar la hora de la comida como siempre me siento con Rose platicando de todo el recorrido.

Llegamos al parque de diversiones hay de todo un poco como tirolesa, motos y caballos, yo decido montar a caballo, y los profesores dijeron que podríamos hacer lo que quisiéramos con la condición de no salir del lugar. Así que decido alejarme sola como de costumbre. Al ir montando pienso que debo perder el miedo a las alturas, y veo la tirolesa, decido ir a aventarme.

Sí, de repente tengo mis momentos temerarios, al bajar del caballo voy rápido antes de que la valentía se me pase. Pero al llegar arriba un sudor frío me recorre el cuerpo y cuando estoy a punto de arrepentirme siento el tirón. He caído.

Ahogo el grito y cierro los ojos, un nudo en mi estómago se forma. No me doy cuenta en que momento llegó a tierra y alguien me retira las cuerdas de seguridad. Abro los ojos y veo a Alex frente a mí, dice algo pero mi mente está nublada.

—¿Estas bien, Rubí? — Siento como sus manos me rodean, pero me desvanezco al instante.

Después de un rato, no sé cuánto tiempo ha pasado hasta que abro los ojos y ahí está, ese azul que tanto me gusta.

—¡Al fin despiertas dormilona! —dice con una sonrisa.

—¿Qué ha pasado? —pregunto desconcertada.

—Te desmayaste justo después de bajar de la tirolesa, estabas temblando.

—Bueno, es que le temo a las alturas —digo sentándome.

—¿Y por qué te aventaste entonces? —inquiere

—Quería vencer mis temores

—Buena forma de hacerlo —ríe— Y dime, ¿lo conseguiste?

—¿Se está burlando de mí profesor? —cuestiono sonriendo igual.

—Vayamos a dar un paseo, conozco un buen lugar.

Caminamos por un buen trecho, y veo como los demás compañeros están un poco lejos de nosotros, aunque continuamos dentro estamos entrando a un lugar desconocido, sino confiara tanto en Alex en este momento comenzaría a asustarme.

—¿A dónde me llevas Alex? —Vuelvo a tutearlo, pues sé que estamos solos.

—¿Tienes miedo? —Voltea a mirarme serio.

—¿Debería? —digo cautelosa.

—¿Nunca te dijeron tus padres que nunca vayas a un lugar escondido con un desconocido?

—Tú, no eres un desconocido —Intento sonreír pero debo confesar que comienzo a ponerme nerviosa.

—¿Cuánto en verdad me conoces Rubí? ¿Por qué confías en mí? ¿Cómo sabes que no intentaré hacerte daño? —Sigue en actitud seria, incluso fria.

—Pues sé que eres buena persona, confío plenamente en ti, sé que no me haras daño pues de ser así ya me lo hubieras hecho.

No comprendo a qué va todo esto. Alzo la mirada y veo delante de mí un enorme laberinto, tal vez de una hectárea. Mil pensamientos vienen a mí mente.

«¿Cómo sé que no me trajo aquí para hacerme daño?»




¿Ustedes que creen? ¿Debería confiar Rubí en Alex? ¿O en cambio correr y alejarse?

Superando Un Amor Imposible (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora