Capítulo 1

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CAPÍTULO 1

        Me levanté. Sentía que mis párpados estaban pegados y que mis piernas estaban paralizadas. «Maldición, hoy es lunes», pensé. Caminé lento hacia mi armario, aún reacia a ir al colegio, y saqué unos jeans oscuros y anchos, una camiseta negra con el signo de los RollingStones en el pecho y unas Vans del mismo color. Luego me agaché hacia un pequeño cajón y saqué un sujetador blanco, el que más me gustaba. Pensé que algo debería alegrar el no ansiado primer día de la semana.

Miré el reloj en forma de balón de fútbol que colgaba arriba de mi cama y me di cuenta que ya era tarde. En mi instituto no había reglas de vestimenta, pero sí se tomaba muy en cuenta los retrasos.

Bajé las escaleras trotando, tomé un vaso de agua y lo bebí rápido. Sobre todo iba a ir con el estómago vacío. Observé la cocina y encontré una nota pegada al refrigerador:

     «Kat; no te podré llevar hoy, fui a dejar a tu hermano al       aeropuerto. Besos.»

Lo que faltaba, tendré que llamar a Derek.

Revolviendo mi mochila saqué mi celular, un preciado iPhone 5. Aunque a mí no me gusta, mi padre quiere que lo use, piensa que todos los adolescentes deberíamos vivir con tecnología avanzada. Yo me podía conformar con un teléfono que mande mensajes y llame. Lo mismo pasa con mi ropa. A mí me gustaban las sudaderas, los pantalones, y zapatos de tela. Mi madre me insistía en usar camisas de colores, tacones de marca y faldas.

Derek era mi mejor amigo, un chico con el pelo muy negro y la tez blanca, ojos color miel y labios delgados. Según otras chicas, era de ensueño. Pero para mí es sólo mi mejor amigo, la persona en la que más confío.

Digité su número―el que me sabía de memoria―, y presioné llamar, y luego de que sonara algunas veces, contestó:

―¿Hola? ―contestó.

―Soy Kat, tonto. Mi madre llevó a Damon al aeropuerto y no tengo quién me lleve al instituto, te espero en 5 fuera de mi casa. ¿Ok? Adiós. ―Colgué el teléfono antes que Derek pudiera responder.

Me puse mi mochila y me miré al espejo de la sala. No me gustan las camisetas apretadas, había pensado. Me moví un poco el pelo y la bocina del auto de Derek sonó fuera de mi casa. Corrí cerrando la puerta e introduciendo la tarjeta de la casa; sí, una tarjeta, mi padre―el famoso empresario―Richard Masen no usa llaves.

Pasé por el jardín de rosales en la entrada, me despedí de los guardias con un gesto de la mano y subí al coche. Le di un beso en la mejilla a Derek y partimos.

―Buenos días, señorita Katherinna, ¿a dónde desea que la lleve hoy? ―dijo Derek, con un tono exageradamente sarcástico.

―Oh, porfavor, cállate. Sé cuánto te gusto de compañía―repliqué con una sonrisa.

―¿Sabías que ya estaba en la puerta del Instituto cuando me llamaste? Llegaremos tarde por tu culpa―se quejó conmigo.

―Entonces déjame conducir―le dije mirándolo por el rabillo del ojo.

―¡Ni hablar! La última vez casi estrellas a Margareth―reclamó con susto fingido.

―¿Margareth? ¿Le pones nombres a tus autos? Y luego me dices a mí inmadura.

―Es mi bebé, enana―comentó Derek.

―Tú solo conduce―le contesté queriendo sonar molesta, sin lograrlo.No me gustaba que me digan enana, Derek era el único que me llamaba así, porque le tengo mucha confianza y él a mí. Si alguien más llegaba a decirme así, mis condolencias a su entrepierna.

Abnormal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora