Capítulo 16

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CAPÍTULO 16

    

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Dejé mi teléfono a un lado y conduje hacia mi casa.

Llegué a las dos de la tarde, con el sol picando mi cara. Entré y vi a Damon en la sala jugando xBox. Al verme ingresar detuvo el juego y me observó inquisitivo.

―Vaya. ―Enarcó las cejas―. ¿Qué pasó con tu ropa? No sabía que te gustaba el estilo chica mala.

―Es un cambio de look que intento―contesté, subiendo las gradas.

―Kat… ―me detuvo―, ¿estás bien?

Supe que se refería a Matt, seguro pensaba que me tiraría del último piso de un rascacielos o terminaría cortándome las venas. No, no le daría el placer a Luke.

―Estoy perfectamente ―contesté, dedicándole la sonrisa más falsa que me pudo haber salido.

Subí a mi habitación y me desplomé en la cama. Gruñí al darme cuenta que al día siguiente tendría clases. Me puse los guantes de boxeo y salí al jardín trasero. Sonreí al ver la vieja bolsa de box, limpia y colgando de la parte baja del techo.

Estuve ahí algunas horas. Cuando comenzó a anochecer entré de nuevo a mi casa y me puse pijama. Suspiré pesadamente y me acosté.

Desperté con el cabello desparramado sobre mi rostro, entré al baño e hice todo el trabajo diario de higiene, incluyendo exclusivamente esta vez, rasurarme. Me dirigí hacia mi armario y lo abrí con un suspiro. Para mi desgracia, sabía que si quería ganarme la confianza de los Lions, debería verme imponente, sexy y atrevida. Algo que viniendo de mí, no era normal.

Me puse una básica verde pastel, un short blanco y una chaqueta color caqui. Con la secadora me esparcí el pelo dejándolo medio lacio. Me pinté los labios de un rosa pálido y repasé delineador por mis ojos. Tomé unas sandalias que nunca había usado, color beige, y bajé las escaleras.

Mi madre hablaba por teléfono con alguna de sus amigas, de seguro. Abrió los ojos al verme y tapó el teléfono con una mano, para que la persona de la otra línea no escuchara lo que me diría.

―Estas preciosa. ―Sonrió―. Te compraré más ropa así. ―Me guiñó el ojo y volvió al teléfono. Gruñí internamente.

―¡Mamá!―grité cuando llegué a la puerta para hacerme escuchar―. ¡Me llevaré el auto! ¿Está bien?

―¡No olvides tu licencia!―gritó mi madre.

Tomé las llaves y deslicé la tarjeta por la puerta para que se bloqueara. Entré a mi auto y me coloqué las gafas oscuras que guardé en el portaguantes.

Involuntariamente, recordé a Matt. Su pelo negro, sus ojos celestes y su sonrisa divertida. Un nudo se me formó en la garganta. Apreté los ojos con fuerza y tensé mis músculos. Sentí como las lágrimas corrían por mis mejillas.

Una vez en el instituto estacioné mi vagoneta al lado del BMW de Derek. Bajé y caminé hacia mi casillero, sentí varias miradas sobre mí pero las ignoré completamente.

―Katherinna―saludó una voz conocida atrás de mí―, ¿cómo estás?

―Bien―respondí, reconociendo a mi compañero William McKey. Alto, delgado, pelo color chocolate, ojos negros y labios delgados. Yo lo consideraba un idiota.

―Hace tiempo que no hablábamos ―hablaba con picardía.

―No teníamos razón para hacerlo ―espeté.

Abnormal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora