Capitulo IV
Campo de Batalla
El alba llegó, y con ella, cual si se tratase de la más armoniosa sincronización, Camus abrió sus ojos, pesados por primera vez en mucho tiempo, mas era normal, considerando las noches en vela y meditación que mantuvo en la abadía en los días previos a la ceremonia de matrimonio. Bien pudo negarse a aquel compromiso, tal como lo había hecho en anteriores ocasiones con otras solicitudes provenientes de otros reinos, pero esta vez se trataba de un deber y una promesa que mantenía, y que quizás el joven de rubios cabellos que dormía a su lado dejó al olvido hace mucho, pero que para Camus de Aurore, Principe heredero de Saadalsud y Mago de alto rango en la orden de Aurora Boreal significaba el pago de la deuda que lo había liberado de un nefasto destino predicho desde su infancia.
Se incorporó a medias en la cama, estudiando los alrededores de su nueva habitación, tomando notas mentales de aquello que solicitaría a los sirvientes para mayor comodidad al momento de su descanso en las noches. Pensó en hablar con su consorte para llegar a un acuerdo en cuanto a lo que el necesitase en la misma habitación, a fin de que las desavenencias no se hiciesen presentes, mas no encontró la forma, o la razón lógica para despertarlo, pues la forma tan despreocupada en la que el otro mantenía la mitad de su rostro unido a la almohada y sus labios entreabiertos, en una respiración algo desacompasada, hizo recapacitar a Camus en su decisión y salir del lecho, no sin antes apartar con cuidado uno de los mechones rubios y alborotados cerca de los labios de Milo, dejando ir en su pálida mano uno de los cristales que sirvió como ornamento en la alborotada melena de su esposo al momento de contraer nupcias. Camus lo guardó en el bolsillo de sus ropas de dormir, retirándose de la cama con silencio y discreción, para llevar a cabo sus deberes matutinos.
Transcurrieron dos horas luego de aquello cuando Milo finalmente despertó, encontrando rara la estancia, extraña y diferente a su habitación en el castillo de Antaria. Fue el término de su lapsus tras recuperar la conciencia al despertar que recordó el lugar donde estaba, con algo de amargura y desaire a su vez, al encontrar que estaba solo en aquella habitación. Buscó señales de un reloj en la pared, el cual marcaba las 8:00 am, tan solo para concluir que su ahora esposo no se tomaría la más mínima molestia en despertarlo para el cumplimiento de sus nuevas obligaciones en conjunto, si es que las tenía, y que, al juzgar por las severas palabras de la noche anterior, quería restregarle en cara su responsabilidad al ser puntual y levantarse más temprano que él. Milo exhaló, como si quisiera expulsar el enojo que aquella situación le había provocado al despertar. Se levantó de la cama y se dirigió al amplio baño de la habitación, dejándose llevar por la calidez del agua que una bañera previamente preparada, seguramente por algún sirviente mientras permanecía dormido. Decidió tomarse un tiempo, desde que nadie de la corte le había llamado para hacer acto de presencia en algún lugar, perdiéndose entre las esencias y sales en el agua, al igual que los blancos pétalos de las flores que flotaban alrededor de esta. Arqueó su espalda, para meterse de lleno en la bañera, humedeciendo sus cabellos, y dejando atrás los diminutos cristales que aún permanecían atascados en su rubia cabellera.
Tras vestirse y ajustar su espada a su cuerpo, salió de la habitación, encontrándose con un par de guardias, quienes se inclinaron ante el brevemente, para seguirlo apenas este puso un pie en el pasillo, tras asentir a sus reverencias. No sabía con certeza hacia dónde ir, pero su orgullo había decidido que no era buena idea preguntar, para evitar sentirse más ignorante en territorio ajeno. Por suerte, su campo de visión encontró la figura del chico encargado por Degel para ayudarle en la ceremonia. Hyoga se aproximó hacia él.
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*Cancelada* [Saint Seiya] Est Immanens [Camus x Milo]
Fanfiction[Medieval & Fantasy Au] Unidos en un matrimonio en conveniencia, los herederos de los reinos de Antaria y Saadalsud deben aprender a convivir en armonía y sobrellevar las dificultades, para cumplir con la misión que el Alto Destino les otorgó. Sin e...