Capitulo VIII: Promesa

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Capítulo 8

Promesa


Antaria, 13 años atrás.


– ¿Se llamará Beliel? ¿Por qué? –Un pequeño Milo acariciaba la cabecita del pequeño cordero que permanecía en sus brazos.

–Significa cordero de donde yo vengo –El también infante Mu se acercó a ambos, con unas cuantas flores de color amarillo en sus diminutas manos.

– ¿Le pondrás Cordero al cordero? –Milo vio con recelo a su pequeño amigo –Soy el papá y debo escoger su nombre –Se alejó un poco de Mu, cual mezquinando al pequeño animal.

–Yo no quiero ser la mamá otra vez –Mu infló sus cachetes, abalanzándose sobre Milo, quien lo esquivó rápidamente, haciendo que el pequeño de cabellos lila cayera al suelo, rompiendo en llanto. Milo por su parte, permanecía indiferente, otorgando mimos a la criatura que abrazaba.

–Pequeño lirio, ¿Qué sucede? –Una dulce voz emergió de los labios de una joven reina, quien, caminando con rapidez, se dirigió al lloroso Mu, levantándolo con cuidado mientras sostenía su manito –Querubín, no te quedes allí, ven a ayudar a tu amigo –La suavidad con la que Alayne de Antaria pronunciaba sus palabras ocultaba una estricta orden maternal, que Milo comprendió inmediatamente. Con un puchero y de mala gana, el pequeño príncipe fue hacia donde su madre y el infante Mu se encontraban.

–Es un raspón, podrás caminar pero lo mejor es agregar un poco de azúcar para que los trolls no vengan, he oído que les gusta hacer caer a los niños con heridas, y no queremos que eso pase –Una sonrisa cómplice se formó en los finos y rosáceos labios de la dama tras observar la rodilla lastimada de Mu. Tomó la mano de Milo y la estrechó con aquella del otro niño sin perder su sonrisa –Querubín tiene mucha azúcar, si sostiene la mano de su amigo no pasaran cosas malas –Sin duda Alayne tenía una forma romántica de manejar aquellas situaciones, sin permitirles perder la inocencia a los niños, entre los muros y jardines del palacio Rosé. Por esa razón, encontraba la manera de llenar de fantasía incluso los momentos más amargos para un infante, a sabiendas que regresaría con la indeseada medicina para el raspón y unos cuantos dulces, además de la esperanza de que ambos niños arreglaran sus diferencias.

–Que me coman los trolls –Al unísono, y llevando sus miradas al contrario, los pequeños protestaron, soltando sus manos, Alayne sonreía.

–No es necesario, ya actúan como ellos –La reina llevó su mano a la cabecita del cordero bebé en brazos de su hijo, acariciándolo –Es más pequeño que ustedes, ¿Cómo se llamará?

–Beliel no será –Protestó Milo en voz alta.

–Querubín, ¿Olvidas lo que significa Beliel en el idioma de tu madre? –La joven reina tomó la mano que Milo soltó, uniéndola nuevamente a la de Mu –Significa fulgor, así que no olvides el fulgor que tienes en tu corazón –Besó la frente de su hijo –Ahora no se separen o los trolls los encontrarán, y sería una pena, dicen que les gusta comer niños amargados –Dicho aquello, Alayne se levantó, alisando con sus manos los pliegues en la falda del suave vestido veraniego que lucía, dejando ver la palidez de sus pies. Caminó entre el verde pasto, sin dejar de ver a los niños, razón por la cual, se dejó tropezar por una piedra. Por suerte, un par de manos sostuvieron sus hombros.

–Debes ser más cuidadosa, no queremos accidentes en tiempos de paz –Aquel hombre mostraba confianza mezclada con preocupación y añoranza, a pesar de la tosquedad en su rostro. Alayne reconoció los cabellos de color azabache que caían sobre los hombros de quien la sostenía, le observó con ternura, asintiendo. La dama quitó las manos de sus hombros para entrelazarlas a las suyas, mientras el hombre unía su frente a la de ella.

*Cancelada* [Saint Seiya] Est Immanens [Camus x Milo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora