Capítulo V
Despertando la Magia
Con el despuntar del alba, Milo abrió sus ojos, para encontrarse solo en la habitación que compartía con Camus. Por lo visto, sería una escena común a partir de ahora. Repitió la rutina del día anterior, con la diferencia de que sería puntual a la hora del desayuno. Al caminar por los pasillos se extrañó de no ver a Hyoga, lo que decepcionó al venido de Antaria, pues la espinita de la omisión había surgido, y con ello las ganas de espetarle su olvido, el cual le costó un llamado de atención innecesario. Sin embargo, su foco de atención fue otro al llegar al comedor, en donde se encontraban ambos hermanos, con fijas miradas en el rubio, quien sin sentarse, mantuvo una postura formal.
–Buenos días. El sol bendice con sus rayos, aunque débiles a este reino –Era un saludo propio de Antaria, con la diferencia de que, el sol hacía su aparición a primeras horas, asegurando calidez en la mayor parte del día en el reino del cual Milo provenía. Saadalsud, pese a su clima frio, recibía en contados días la luz solar. Aquel hecho, formó parte del factor que decidió la fecha en las cuales los herederos de Antaria y Saadalsud se unirían en matrimonio, a fin de que fuese más sencillo para el Príncipe de Antaria acostumbrarse a las condiciones climáticas, evitando el menor efecto negativo posible en él. Milo desconocía este hecho en su completa naturaleza.
Camus y Degel asintieron al saludo, mientras los sirvientes descubrían las bandejas con los variados alimentos, de los cuales escogerían los que gustasen, dejando al olvido el resto. Milo se preguntó sobre el destino de los alimentos que ni siquiera eran tocados. Detestaba desperdiciar la comida. El mismo recordaba como su padre, el tosco y directo rey de Antaria, frente a sirvientes e invitados, obligaba a un infante Milo, a dejar vacío los platos de comida que le eran servidos, bajo pena de azote, por lo que no podía concebir como aquellos frígidos, sin ningún sentimiento, dejaban a un lado la comida. Cuando uno de los sirvientes hizo espacio para que Milo se pudiese sentar, este negó con su cabeza.
–Gracias, pero tomaré el desayuno en otro lugar –Sus orbes celestes buscaron las expresiones de sus estoicos familiares políticos –En función de mis deberes, los cuales implican funciones en beneficio de las personas, pienso que la mejor manera de escucharlos es acercándome a ellos, y me temo que encerrado de espaldas a ellos en una habitación pomposa no lo haré posible –Se dirigió al sirviente, que a diferencia de los príncipes de Saadalsud, mostraba en su rostro sorpresa –¿Serías tan amable de llevarme al lugar donde comen los sirvientes? A juzgar por la hora el cocinero principal aún no ha comido y el buen hombre me cae bien –Esto último lo dijo con una sonrisa impecable. El joven que les servía aun no salía de su asombro, y en sus nervios buscó las miradas de Camus y Degel, sin saber que hacer por temor a un llamado de atención –No necesitas mirarlos. Después de todo, si tengo el mismo derecho de sentarme en esta mesa y ser puesto en ridículo por no cumplir una norma absurda, puedo desayunar con quienes han tenido la consideración de preparar mis alimentos. Antes de que algo suceda, yo me haré cargo –Aquello fue más un reto para Camus, cuyo estoicismo en su rostro cambió durante un leve instante, y antes de que fuese a decir algo en respuesta a la afrenta de su esposo, recuperó la calma en sus facciones, limitándose a mostrar indiferencia. Todo esto mientras Milo se dirigía hacia el lugar donde la magia culinaria se llevaba a cabo.
No era secreto ahora para los sirvientes y cocineros el buen estómago y el apetito que tenía el heredero de Antaria, quien nuevamente se sentía en un ambiente familiar, manteniendo ruidosas conversaciones con los presentes, mientras se dedicaba a probar la comida que traían para él. Por primera vez desde los días en que había llegado, sentía la calidez de personas que no cumplían protocolos a los cuales él no estaba acostumbrado. Milo, hijo de Antaria, fue criado entre el calor y las olas del mar, entre alegrías momentáneas y e instantes fugaces. La gente de Antaria sabe de antemano que la vida era corta y por ello encontraban la manera de estrechar lazos y vivir a través de cortos festejos, charlas amenas y gritos sociables. Milo se aseguró así mismo que no iba a perderse entre las frías esencias de aquellos estirados y pomposos de Aurore.
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*Cancelada* [Saint Seiya] Est Immanens [Camus x Milo]
Fanfiction[Medieval & Fantasy Au] Unidos en un matrimonio en conveniencia, los herederos de los reinos de Antaria y Saadalsud deben aprender a convivir en armonía y sobrellevar las dificultades, para cumplir con la misión que el Alto Destino les otorgó. Sin e...