Me despierto sobresaltada cuando noto que alguien me zarandea de un lado a otro. Se trata de Butterfly, la cual se encuentra de rodillas frente a mi colchón.
-¿Qué ocurre? -digo desorientada.
-Ha surgido un grave problema.
-¿Te encuentras bien? -digo asustada.
-Yo sí pero... es Candy. Ha tenido un aborto, Alaska.
-¡¿Qué?!
Butterfly me tapa la boca con su mano y me dice susurrando:
-Es mejor que nadie se entere.
-Lo siento. ¿Dónde está?
-La he dejado en el baño llorando.
Las dos nos levantamos e intentando no hacer ruido nos dirigimos hacia el lavabo. En cuando entramos me encuentro a Candy llorando sentada sobre el váter. Me acerco hasta ella y le cojo de la mano. Candy me mira y después de unos instantes empieza a sonreír.
-¿Tienes miedo? -le pregunto.
Ella aparta la mirada e intentando no llorar dice:
-Pensé que él cambiaría las cosas... pero sigue siendo un hijo de... -intenta decir pero su voz no quiere salir.
-Pero Wolf te ha...
Candy asiente resignada.
-Sí... al enterarse me ha dado una paliza y he perdido al niño.
Entonces la abrazo. No necesitábamos decir nada para poder comprender justo lo que necesitamos en ese preciso momento.
Cuando nos apartamos, le acaricio el rostro suavemente y digo:
-Todo saldrá bien. Y saldremos de este agujero. Te lo prometo. -Me seco una lágrima que ha salido furtiva.
Al día siguiente decido salir a dar un paseo por la ciudad. Necesito salir de aquel lugar. Necesito aire. Lo que ayer me contó Candy me ha afectado bastante.
Me encuentro de pie al final de la acera, esperando a que el semáforo se ponga verde. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que un chico me mira fijamente. Es alto y musculoso. Tiene el pelo color caoba , liso y corto. Parece de mi edad, quizá dos o tres años más.
Miro a otro lado, porque de pronto soy consciente de que iba hecha una pena.Llevaba unos vaqueros viejos ajustados y una sudadera azul oscura, con la capucha puesta. En cuanto al pelo, no me había molestado en cepillármelo. Aún así le lanzo una mirada rápida y veo que sus ojos siguen clavados en mí.
Está buenísimo. Si un chico que no está bueno te mira de arriba abajo, en el mejor de los casos te sientes incómoda aunque yo ya me haya tenido que acostumbrar a ese tipo de miradas, que se trataría del peor de los casos. Pero un chico que está bueno... en fin.
El chico sigue mirándome. Así que decido que la mejor estrategia es mirarlo yo a él. Le miro fijamente y enseguida la cosa se convierte en una competición de miradas. Al final el chico sonríe y desvía por fin sus ojos castaños. Cuando vuelve a mirarme, alzo las cejas para darle a entender que yo he ganado. El chico se encoge de hombros.
Entonces empieza a acercarse a mí.
-¿Cómo te llamas? -me pregunta.
-¿Y por qué debería decírtelo?
-Soy Ian -dice extendiéndome la mano en forma de saludo.
-Sydney -le digo mientras le correspondo el saludo.
Él comienza a sonreír sin dejar de mirarme.
-¿Qué pasa? -le pregunto.
-Nada.
-¿Por qué me miras así?
-Porque eres guapa. Me gusta mirar a las personas guapas.
Me río ante su respuesta.
Entonces el semáforo se pone en verde y los dos decidimos avanzar hasta el otro lado de la carretera.
Está claro que está ligando. Y la verdad es que me vuelve loca.
-¿Te apetecería venir a mi apartamento?
Me quedo perpleja ante su pregunta. Él empieza a sentirse incómodo y se rasca la nuca.
-No... no quería sonar tan mal... Solo era...
Le interrumpo con una pequeña risa.
-No has sonado mal. Solamente como si me fueras a violar en una furgoneta destartalada -digo riéndome.
-Supongo que debería haber utilizado otras palabras... Pero era para tomarnos algo y bueno... conocernos mejor...
-Me encantaría, Ian. Pero tengo que volver.
-Por supuesto. ¿Cuando volveremos a vernos?
-Cuando tengamos que encontrarnos.