4.

15 2 0
                                        

Recuerdo el día en que todo cambió como si fuera ayer. No puedo hablaros de un cambio drástico, porque no fue así. Pero aquel día marcó un punto de inflexión en nuestra relación de "amistad", esa que él insistía en que teníamos. No voy a mentir, él era un buen amigo en todos los aspectos, estaba siempre que le necesitaba y a pesar de todo. El problema en realidad era yo, que aunque negaba sentir algo más por él, lo hacía inevitablemente.

Y entonces llegó aquel día. Se había echado novia, la conocía de algún tiempo, era amiga de sus amigos, y se conocieron en Navidad. El problema que tenían era que ella vivía al otro lado del océano y trabajaba como modelo, pero él se enamoró perdidamente de ella. No dejaba de hablar de lo maravillosa que era, que era divertida y que podían pasarse horas hablando sin quedarse sin temas de conversación. Y acabó cogiéndose un vuelo a Estados Unidos dos meses después para verla.

El día que volvió a España, después de haber hablado más bien poco durante su estancia allí, me dijo que ahora ella era su novia y que no podía ser más feliz. Quise alegrarme por él, de verdad quise, pero no pude.

Me mandó fotos y se me cayó el alma a los pies. Era un poco más alta que él (aunque eso era relativamente fácil porque él siempre fue muy bajito), estaba súper delgada y su cara parecía haber sido retocada con cirugía estética y botox más de una vez.

No comprendía que él saliera con alguien así. Él, que siempre me decía que prefería la naturalidad antes que cualquier otra cosa. Él que se había mostrado en contra de ese tipo de cirugías y que pensaba que había que mirar más allá en una persona. Y ahora estaba saliendo con una persona que encarnaba todo lo que a él no le gustaba.

No sabía si me había mentido o si era verdad y ella era una persona maravillosa. Tampoco podía juzgarla, ni siquiera la conocía, pero no lo entendía. Intentaba comprender por qué había preferido aquello que tantas veces había dicho odiar antes que a mí. Quizá era un pensamiento egoísta, pero estaba tontamente enamorada de él y de la atención que me prestaba.

Yo también le hacía reír. Le animaba siempre a cumplir sus sueños, le había escuchado durante largas horas hablar sobre sus miedos. Había estado ahí exactamente igual que él había estado para mí, y pensaba que ese vínculo que se había creado entre nosotros era mucho más que una simple amistad. Que una simple relación de confianza con una antigua fan.

M: Te noto rara, ¿te pasa algo?

L: Tranquilo, estoy bien. Sólo un poco cansada.

M: Vale, ahora dime la verdad. Lara, que nos conocemos. Estás apática, algo te pasa.

L: Te echo de menos.

M: ¿Es sólo eso? Porque si es sólo eso no tenías más que decirlo, no seas infantil, Lara. No te voy a morder porque me digas que me echas de menos. Yo también te echo de menos. Eres mi mejor amiga, lo sabes.

L: Y tú eres el mío, Marquitos ;)

M: Esa es mi Lara de siempre ^^ Quiero verte feliz, ¿eh? Y tranquila, que nos vamos a ver antes de lo que piensas, tengo que ir a Madrid el mes que viene para hacer unas cosas de trabajo, verás cómo todo sale bien.

Pero no le vi el mes siguiente. Y tampoco al siguiente. Yo estaba en exámenes y él tenía trabajo. Mi padre me necesitaba en casa, mi abuela se ponía mala día sí día también, y no podía dejar a mi abuelo solo a cargo de mi hermana y mis dos primas pequeñas mientras mi padre trabajaba de sol a sol para que tuviéramos qué comer.

Le pedí que viniera a verme a mi pueblo, pero siempre decía que estaba demasiado ocupado. No vivía lejos de Madrid, tal vez veinte minutos en coche, un poco más si vas en transporte público, pero no tenía pérdida. Aún así, le creía cuando me decía que estaba hasta arriba de trabajo. ¿Por qué iba a mentirme? No tenía ninguna razón para ello, aunque debía admitir que empezaba a dolerme demasiado el hecho de que no fuera capaz de paralizar un día alguno de sus apasionantes planes de conciertos, comidas y cenas con sus amigos para venir a verme. Al fin y al cabo, ¿no era yo también su amiga?

Al menos eso me demostraba en las continuas conversaciones por Instagram que nunca cesaban, él siempre se mostraba atento, comprensivo, cariñoso. Me animaba a seguir adelante, me decía que podía hacer cualquier cosa que quisiera si me lo proponía de verdad. Y yo le creía, quería creerle con todas mis fuerzas, porque mi autoestima estaba nadando en lodo en aquel momento y necesitaba cariño de forma casi desesperada.

Me había vuelto dependiente de su cariño.

Me había vuelto dependiente de su atención.


¿Finales felices?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora