Capitulo 3: la primera visita

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La misma tarde en la que encontré la foto, me pasé horas admirándola e intentando recordar si aquel rostro era familiar.
Acabé dormido con la foto sobre mi pecho. Fue la primera vez que sentí aquella rara sensación de echar de menos a alguien que ni siquiera conocía.
Me desperté a las seis de la tarde en la misma posición, me sentí observado, miré por la ventana y no había nadie, el jardín de casa estaba allí, lleno de soledad observándome. Todo estaba muy extraño.
Me pasé lo que quedaba de tarde estudiando y haciendo los deberes. Después, cené con mis padres y regresé a mi habitación. En ningún momento dejé de pensar en esa foto.
Mientras me preparaba para dormir, me invadió una sensación de miedo, una vez más me sentía observado, aquello no era normal, podía oír los latidos de mi corazón rompiendo el silencio, el ruido de la televisión en el salón era como un susurro, todo se veía diferente, mis manos se helaron y yo, sin saber qué hacer, opté por ignorarlo todo y metí la foto debajo de mi almohada y me acosté, el sueño pudo conmigo, es hora de descansar.
A las tres de la mañana, cuando estaba en profundo sueño, oí golpecitos en mi ventana. Eran golpes suaves, muy delicados como gotitas de lluvia, noté que no lo eran porque se repetían rítmicamente, un, dos, tres, silencio, un, dos, tres, silencio... así hasta que abrí los ojos, y vi una larga y esbelta silueta en mi habitación, dibujada por la luz de la luna, y fuera, al otro lado de la ventana, la vi, era ella, esos ojos azules y brillantes estaban fijos en mi, eran tan claros que podía ver mi reflejo en ellos. ¡Ay niña! Si supieras cómo me sentí...
Temblé por completo, mis ojos estaban abiertos como platos, se me erizaron los vellos y sentí un nudo en la garganta, me quedé inmóvil mirándola, esperando a que ella me dijera algo, pero no, ella estaba allí como estatua con los ojos clavados en mi.
Pasaron dos minutos, que parecieron una eternidad, hasta que me armé de valor y decidí romper el silencio. ¿Quién eres? Le pregunté, y ella sin decir ninguna palabra simplemente miró hacia abajo, y yo, acompañándola en su mirada vi en su cuello un colgante, con la letra M.
Esa no era una buena respuesta, pero por lo menos sabia la que probablemente era la primera letra de su nombre. La miré con cara de insatisfecho, con la esperanza de que me dijera cuál era su nombre pero ella en ese momento se alejó, y con la mano me hizo una señal, llamándome fuera. Obviamente no salí, pero le susurré dos o tres veces para que volviera a acercarse, pero no hubo manera, ella seguía llamándome, hasta que me miró decepcionada y se perdió entre la oscuridad de la noche.
En ese momento desee salir corriendo a buscarla, pero estaba paralizado por el miedo y la timidez. No quería salir de mi habitación, sin saber quién era esa chica, quien la acompañaba y qué hacia ella allí.
Me quedé visualizando su bello rostro, pensando en que era más bella personalmente, que sus ojos eran aún más brillantes, sus pecas parecían gotas de fuego y su pelo una llama encendida, era la persona más hermosa que había visto en mi vida, M.
Con su imagen bajo la almohada caí en sueños y soñé que estábamos en el lugar de la foto, ambos en aquel columpio, respirando la brisa fresca y yo haciéndole aquella foto, la misma que me hipnotizaría.

La foto: Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora