Capítulo 7.

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Unos meses después, me tuvieron que internar en ese horrible y frio hospital, y desde que eso paso, la mayoría del tiempo me la pasaba llorando. Eso a Louis le dolía mucho, lo sabía porque en ocasiones se salía de la habitación, se sentaba apoyándose en la puerta y lo escuchaba llorar.

El tiempo había pasado más rápido de lo que nos hubiera gustado, en un abrir y cerrar de ojos ya había pasado un año y me encontraba tumbado en la cama de mi habitación del hospital, sin ganas de levantarme, más débil que nunca. Me sentía sin muchos ánimos, ya no comía, había adelgazado mucho, estaba pálido.

Louis se la pasaba horas conmigo, habían días en los que cuando me sentía mal se quedaba a dormir en el hospital, a pesar de que al día siguiente tuviera clases.

También mis padres y mi suegra se la pasaban conmigo casi todo el día, pero cuando me quedaba solo, lo único que hacía era llorar. La vida se me iba de las manos sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo, y todos sufrían a causa de eso. ¿Qué había hecho mal? ¿En qué me había equivocado para que eso me pasara? Había conocido el amor de una forma dulce pero… me lo estaban quitando de una forma lenta y dolorosa.

Me había entregado a Louis en cuerpo y alma, cosa de la cual no me arrepentía pero, en cierta forma, eso hacía más difícil morir y dejarlo.

Cada día que pasaba Louis llegaba con su más hermosa sonrisa y me contaba cómo le había ido en el día, me alegraba y dolía, ¿Cuándo me vaya, a quien le contaras todo esto? Me preguntaba mientras lo escuchaba hablar. Cada vez que entraba a esa fría habitación de paredes blancas me decía: “que bien te ves hoy” y me besaba la frente. Pero yo no podía decir lo mismo, en sus ojos veía una enorme tristeza. Cuando se quedaba aquí conmigo, por las noches me despertaba al sentir su mano sobre la mía, y claro, al pensar que seguía dormido, empezaba a llorar amargamente, en ocasiones me decía: “no me dejes, yo te amo”. Y cuando sentía que se quedaba dormido, era yo el que lloraba en silencio.

Un día de esos que son demasiado fríos mi madre se sentó a mi lado y ahí fue cuando vi la oportunidad de hablar con ella.

- Tu sabes lo que pasara conmigo – dije casi en un susurro

- Si, lo sé hijo, y ya lo acepte.

- Pero Louis no.

- Lo hará.

-¿Y si no?

- No pierdas la fe – dijo tomando mi mano.

- Creo que esa la perdí desde hace mucho tiempo – una lágrima resbaló por mi mejilla y ella se apresuró a limpiarla con ternura para después depositar un dulce beso en mi frente.

Los días, las horas, los minutos pasaban rápidos y dolorosos… cada día que pasaba, en lugar de mejorar, sentía que empeoraba.

Un día de esos en los que me sentía triste y solo, Louis llego, como siempre, sonriendo y dijo.

- Sabes Harry, tú me engañaste – se sentó a un lado de mi – me hiciste creer que eras el mejor tocando el piano y descubrí que no es verdad, que hay alguien mejor.

No pude evitar sonreír, siempre lo lograba.

- ¿Sabes quién es? – negué con la cabeza sin dejar de sonreír débilmente.

– Pues yo – rió – el alumno siempre supera al maestro.

Estuvimos un rato en silencio hasta que volvió a hablar

- Sabes Hazz, decidí seguir los pasos de mi profesor, enserio intentaré ser escritor, de hecho ya empecé a escribir nuestra historia, ¿recuerdas que te dije que lo haría?

Una Pequeña Esperanza [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora