Llovía. Mi padre solía decir que la lluvia en eventos importantes eran un buen augurio. Mi madre en cambio solía decir que todo lo que sucediera ese día, estaba destinado a salir mal. Yo solo compré un café y me senté a esperar a la hora de embarque. Intentaba guardar en mi memoria este momento, con el miedo de que no volviera a repetirse una escena como esta. En ese instante fui capaz de comprender que no serían unos días, unos meses, serian años, sin volver a ver a mi familia. Intentaba recordarlos así, riendo, creando bullicio, felices. Mire a mi padre y me pregunte ¿qué haría cuando necesitara sus abrazos? Nadie podría darme los curativos besos de mi madre al estar enferma. Me perdería de ver a mi hermanito crecer, jamás lo vería graduarse ni conocería a su primera novia... ¿valía la pena dejar todos aquellos futuros tesoros? Me lo volví a repreguntar cientos de veces, pero cuando intentaban saber cómo me sentía, solía decir abiertamente que jamás había estado más feliz. No mentía. Pero aun así, tenía miedo.
Los latidos de mi corazón se aceleraron a medida que pasaban los minutos, y es que el tiempo justamente se estaba acabando. Sostuve mis maletas, arrastrándolas hasta la línea en donde debíamos separarnos. Y entre llanto comenzó la despedida. Mis padres me abrazaron en conjunto fuertemente, podía sentirme envuelta en su calidez. Agradecía que se vieran felices con mi decisión. Me undi en los ojos verdes de mi madre que desbordaban de orgullo. Mi padre en cambio me desviaba la mirada, sus manos formaron un puño, le sonreí y aunque supiera que él no soportaría mi ausencia, agradecía que confiara en mí.
Tome a mi hermano por sus axilas y lo eleve como si aún fuera un niño pequeño. Se quejó, lucia molesto, su mirada era fría y su boca se encontraba torcida.
- Tienes que cuidar a mama por mi ¡debes hacerme esa promesa! - asintió cientos de veces mientras se refregaba los ojos repletos de lágrimas que escaparon repentinamente de sus ojos como si se tratara de una represa que acababa de romperse.
Y finalmente ella, mi hermana del alma. Mi otra mitad. A quien sin dudas echaría mas de menos.
Cely se aferró a mi tan fuerte que creí, rompería mis huesos, lloraba aún más que aquel niño pequeño. Y es que jamás habíamos estado separadas desde que nos conocimos. Habíamos prometido no romper el contacto diario, algo que jamás hubiese pensado hacer de todos modos. Se aferraba a mi buzo, lo estiraba hacia ella.
Me aparte y volvió a aferrarse. Instantáneamente Juance llego a mi mente, y es que hubiese deseado con todas mis fuerzas verlo hoy, sin embargo, me había quedado bien en claro que el no deseaba verme partir "que te alejes me duele". El simplemente imaginaria que falte al trabajo, que me encontraba de vacaciones, y tal vez asi, un día de esos se acostumbraría a la idea de que ya no esté. Su decisión me pareció la más cruel. Discutí tanto como me fue posible, pero ¿cómo cambiar la forma de pensar de alguien tan testarudo? Sentía que esa era la persona de la que aun necesitaba despedirme. Tenía la esperanza de que pronto reconsiderara esa situación. Y despertara una mañana con un mensaje suyo.
Dan el novio de Cely la tomo por la cintura para separarla de mí, en verdad parecía una niña chiquita. Ahora ella se aferraba a el muchacho, lloraba en su gran pecho en lugar del mío.
Pasé las primeras instancias y me vi del otro lado. Cerré mis ojos en ese instante como si estos actuaran de cámara, sería tan difícil conservar esa imagen. Pero haría todo lo posible porque así fuera.
Aeropuerto de Incheon 26-8
Mis ojos parecían haberse agrandado un poco más de este lado del mundo. Y no me refiero a la razón obvia, si no que estos intentaban ser espectadores de todo lo que los rodeaban. Cada paso que daba me invadía de cultura. El aeropuerto contaba con tres pisos, la arquitectura era sorprendente. Donde quisiera que mirara encontraba formas agradables a la vista. Diversas texturas, superpuestas, pero aun así elegantes. No conocía absolutamente nada de botánica, pero me hubiese gustado saber para contarles a quienes esperaban mi relato. Tome mi cámara y capture algunas fotos para enviarlas más tarde. Había arboles dentro del recinto, banderas coreanas por doquier y obviamente me encontraba rodeada de palabras escritas en Hangul. Lucia tan inmenso y futurista, repleto de pantallas con las actualizaciones minuto a minuto de los viajes. Visualicé en una de estas pantallas una publicidad sobre un nuevo drama, en otra, publicitaban un nuevo modelo de relojes, la coreana en la pantalla se veía realmente hermosa, me eché una miradita rápida, pero antes de pensar cualquier cosa, mi atención capto algo más. Pude ver unas cuantas personas ser perseguidas por fotógrafos, llevaban barbijos negros y sombreros, inmediatamente se me vino a la cabeza todas las fotografías que solía haber visto de artistas, y me preguntaba cuál de ellos seria.
Seguí, lo más disimuladamente posible, a un joven que paso frente a mí. Y luche con todas mis fuerzas para controlarme. ¿Era real lo que mis ojos alcanzaban a ver? Solo un segundo me llevo imaginarme una historia de amor con él. Cabello rubio, tez perfecta y nívea, ojos rasgados, poseedor de una espalda fornida y debería de medir un metro ochenta aproximadamente. Vestía con pantalones blancos y rasgados a la altura de la rodilla. Y camisa salmón entallada, que se encargaba aún más de relucir su espalda. Sus zapatos eran negros y charolados, llevaba consigo un bolso de mano, parecía haber salido de cualquiera de esas pantallas. Se sentó frente a las hermosas flores rojizas, una de las cuantas que decoraba el hall del aeropuerto, bajé la mirada y la clave en mi Nikon colgando sobre mi pecho, tuve ganas de fotografiarlo a él también. deslizó rápidamente el cierre de su bolso y tomo del interior lo que parecía su boleto y pasaporte. Levanto la vista y me encontré con sus ojos, punzantes sobre mí.
Pero antes de decidir si se convertiría en mi futuro esposo, desvié mi vista hacía un hombre que arrastraba una pesada maleta color roja. Este tenía el pelo color café y llevaba un traje azul perfectamente entallado, que a simple vista lucía en verdad costoso. Se quitó los lentes oscuros y empezó a hablar con la chica de inmigraciones con una pose realmente seductora, llevando su pierna izquierda detrás de la otra, sosteniéndose con su pecho contra el mostrador.
Mientras me entretenía con quien parecía un ceo de una importante empresa. Una madre retaba a su pequeño bebe, al cual, supuse, su hermano mayor sostuvo intentando tranquilizar. Este llevaba los ojos aún más rasgados que los anteriores, el cabello negro, un expansor en su oreja derecha y... ¿uniforme escolar? Debía de estar loca.
Tomé mi maleta y me dispuse a salir del aeropuerto lo antes posible. Pero tras girar de repente, no pude evitar trastabillar, cerré los ojos, pero había caído sobre alguien, y me Moria de vergüenza.
- ¡ash! ¡Maldición! - Bramo en su idioma el asiático en frente mío, con una mueca de dolor plasmada en su rostro. Tensó la mandíbula y arrugo su nariz. Sus ojos me recordaron al niño de hace un rato. Profundamente rasgados. Su cabello era rubio, pero no parecía adorable como el chico de las flores, debería de ser el tipo de corte, ya que se encontraba rapado a sus costados. Sus facciones eran duras y bien pronunciadas. El pirsin en su oreja no lo hacía ver más amistoso.
- Lo siento - realice una reverencia esperando que mis disculpas fueran más que suficientes. Mientras descendía pude ver la verdadera causa de su enfado. Había arrojado su café sobre su pierna. Abrí la boca asombrada e inmediatamente intente límpiale la pierna con mi mano. ¡Estúpida!
- ¿Qué crees que haces? ¡No me toques idiota! Odio a los cuervos como tú. - Me quede plasmada frente al comentario. ¿me estaba hablando a mí? El traje que llevaba me recordó al ceo sobre el mostrador, pero insisto, el joven frente a mí, no inspiraba confianza.
Mis labios estaban listos para contraatacar, pero antes de soltar todas las cosas que quise decir, una avalancha de gente se nos acercó apartándome rápidamente del muchacho. Me quede observando a mi alrededor, enseguida se hizo presente la policía aeroportuaria sacándolo del recinto. Observe confundida. ¿Quién rayos era ese idiota? Me hice paso entre la gente para recuperar mi maleta, estos habían comenzado a esparcirse, casi desapareciendo.
- ¿la tomaste? - insistió una mujer asiática sobre un tipo un poco menor que ella. El joven tomo su cámara entre las manos y se la entregó a ella con una sonrisa de victoria inminente. Ella se limitó a reír. Y en ese momento entendí su frio comentario.
- El odiaba...esto - tome la cámara entre mis manos y la guarde en mi bolso.
Estaba destruida y aún no había llegado a mi apartamento. No me hacía muchas ilusiones, no había mucho que descubrir.
Pase la tarjeta que la señora Park me entrego en el recibidor y por fin pude conocer mi lugar en el mundo.
Con pesadez deje el bolso sobre la entrada. Una entrada super angosta en donde creo solo cabía una persona. Como una típica casa coreana poseía un mueble para dejar los zapatos, pero era yo la que aún no tenía pantuflas. No había pensado en eso. Me quite los zapatos por primera vez, y pensé que algo que parecía nuevo y divertido en ese instante, se transformaría luego en una rutina. Observé mis medias de unicornios, y reí. Debería comenzar a comprarme algo más discreto.
Seguí recorriendo mi nuevo hogar. Era solo un ambiente, pero no necesitaba más. Las Paredes eran blancas y lisas, una cocina, unas cuantas encimeras. Un lavarropas. Y mi cama, ese era todo el mobiliario.
Tome una gran bocanada de aire, que solté cuando me deje caer sobre el colchón.
- Bienvenida a corea - sonreí aliviada.
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La chica dorama
Teen Fiction18.968,37 kilómetros la separaban de sus sueños. Alma nunca imaginó que su corazón perteneciera a un país tan lejano y totalmente diferente de lo esperado. Sin embargo, hoy en día piensa en él, suspira y pierde una sonrisa, como si de un verdadero...