Capítulo 14

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La realidad supera a la ficción. Esa frase podría definir perfectamente mi vida porque, las cosas que me pasan a mí, ya sea por mis amigos o por mi simple persona, son surrealistas. En las vanguardias europeas, mi vida hubiese sido el mejor de los poemas.

Durante lo que quedaba de fin de semana, Ezra había bombardeado mi móvil a mensajes y llamadas que no había contestado. Después de haber disfrutado un beso suyo, no quise saber del mundo. Preferí sumergirme en mi nuevo libro de amor que mis padres me habían comprado y enamorarme del protagonista, como me solía pasar.

En serio, ¿por qué los hombres perfectos solo existen en los libros?

El lunes por la mañana, el instituto estaba más alborotado que de costumbre y no era por la lluvia que caía fuera precisamente. La gente cuchicheaba y mi ceño cada vez estaba más fruncido. Quería saber qué era lo que estaba ocurriendo. Cuando había un alboroto así, era por algo gordo.

Jannis y Rachel estaban apoyadas en sus respectivas taquillas hablando mientras se reían hasta que llegué yo que se formó un gran silencio como si estuviesen hablando de un asunto de la CIA o algo parecido, cosa que no me gustó nada. Si Jannis empezaba así, lo que mi mente había maquinado antes de empezar el plan, estaba sucediendo.

–¿Qué pasa? –Pregunté. Ambas se miraron.

–Se lo tenemos que decir. Es mi mejor amiga y mi prima. –Dijo Jannis.

–Pero está con Ezra... Se lo terminará contando.

–¿Qué más da? Ella la odia casi tanto como nosotras.

–Hola, ¿podéis dejar de hablar como si yo no estuviera delante? –Pregunté pasando mi mano por sus caras.

–Han robado el trofeo que Candice ganó la temporada pasada junto con su foto de la vitrina. –Explicó Rachel con una mirada culpable. Jannis me cogió del brazo y tiró de mí a los baños. Se aseguró de que no había nadie, tan siquiera Rachel nos había seguido.

–Hemos sido Rachel, Veronica y yo. –Admitió. Me quedé pensando lo que acababa de decir. Pestañeé un par de veces intentando asimilar lo que me acababa de decir. Las palabras no salían de mi boca. –Nosotras lo robamos. Está escondido en el garaje de Rachel hasta que sepamos qué hacer con él.

–Pero...

–Cuando te fuiste con Ezra, empezamos a hablar de ella. A las tres nos había hecho algo que no nos gustaba, tratado como si fuésemos inferiores a ella, así que, ideamos un plan y gracias a los apuestos caballeros que se pegaron en mitad del baile, pudimos elaborarlo. –Terminó de decir. Seguía callada. Sin decir nada. –Di algo. Aunque sea, Hakuna Matata, pero algo. Por favor.

–Hakuna Matata. –Bromeé. Jannis sonrió aliviada y sacó un pintalabios de su bolso para retocarse su pintura. Yo los veía perfectos, pero una hija de Afrodita entiende más de belleza que yo. –Solo... Diré una cosa. Vamos a ver la cara que se le queda a esa víbora cuando vea que su trofeo y esa foto tan horrible no están.

Jannis pegó un gritito y me dio un gran abrazo. Dos chicas entraron justo y mi amiga carraspeó. Cogió mi brazo y me sacó de allí. No entendía esa manía que tenía de llevarme a los sitios como si fuese un perrito con correa, pero era Jannis, mejor no cuestionar sus cosas.

Llegamos justo a tiempo para ver la cara de enfado de Candice. Había un gran círculo a su alrededor que se expandió un poco cuando pegó un grito que juro que hasta en Rusia lo escucharon. Todo el mundo la estaba mirando, algunos incluso se reían aunque había varias personas que tenían una cara de completo horror. Quería no unirme a los que se reían apretando los labios pero de verdad, Misión Imposible se quedaba corto con eso.

Mi Pequeña VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora