Capítulo 33

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Abrigos. Guantes. Bufandas. Gorros. Paraguas. Era todo lo que se veía en nuestro instituto aquel jueves frío y lluvioso. Yo no era menos. Además, los días grises me daban la excusa perfecta para ponerme mis botas de agua, a pesar de que Jannis me dijera que eran completamente antiestéticas.

El suelo resbalaba e iba caminando despacito para no caerme, ya que la torpeza es mi rasgo más distinguido. Entiendo porque el señor Hale no quería mi material genético ensuciando el suyo perfecto. Cogsarcasmocog.

Por primera vez en su vida, Cody llegó antes que yo. Veía el gorro color mostaza que le regalé hacía dos años entre todas las cabezas con gorros. Mi mente perversa, planeó darle un pequeño susto como hacía él siempre que iba a mi taquilla para saludarme, así que, fui hasta él despacio, como había entrado en el instituto y justo cuando ya estaba a punto de tocar sus costados, me resbalé con un charco de agua que había en mitad del pasillo y me caí encima de él tirándole conmigo.

–Menos mal que estoy acostumbrado a estos golpes. –Dijo Cody levantándose. Me dio la mano y me ayudó a levantarme. Me froté el culo. Picaba de verdad. –Sé que te gusta mi colonia, pero no hace falta que te tires encima de mí de esa forma para olerme.

–Quería asustarte, idiota. Aunque hoy te has pasado, la huelo desde aquí.

–Algo tendría que usar como repelente ahora que no salgo con Hannah, no vaya a ser que más populares quieran un poco de amor de Cody. –Dijo encogiéndose de hombros.

–Eso no se lo cree nadie. Seguro que la has cargado de feromonas para que me acerque más a ti. –Le contesté cruzándome de brazos.

–Si quiero que te acerques más a mí, solo tengo que enseñarte las galletas de mi madre. –Me respondió mientras buscaba en su mochila el tupper. Lo sacó y lo meneó delante de mí. Fui a quitárselo y él lo movió rápidamente con una sonrisa de engreído en la cara. –¿Lo ves? Te tengo bajo control.

–Sí. Eso te gustaría. –Me dio un golpe en la frente y me reí. Vi que estaba despistado y aproveché para quitarle las galletas. Abrí el tupper y a pesar de sus intentos de quitármelas, conseguí chupar una entera.

–¿De verdad te crees que me dan asco tus babas, monstruo de las galletas?

Me quitó la galleta de la mano antes de que pudiera reaccionar y se la comió. Me quejé entre gruñidos casi inaudibles e insultos de todas las clases por arrebatarme de mis manos ese pequeño manjar que su madre elaboraba con sus propias manos en la panadería de su familia y me crucé de brazos.

–¡Vamos, tortolitos! Tenemos que ir a clase. –Dijo Jannis empujándonos hasta nuestras taquillas nada más llegar. Me resbalé un par de veces más pero, por suerte, Jannis me estaba sujetando.

Las clases empezaron y Ezra llegó tarde, pero aún así, pudo pasar a clase como si nada, como siempre. Se sentó a mi lado y me acarició el brazo por encima de la mesa.

–¿Podemos quedarnos a solas en el recreo? Tenemos que hablar.

–Claro.

Me giré y miré a Jannis. Ella me levantó un pulgar en señal de aprobación, como si aquella fuera mi mejor oportunidad de clavarle mi bala envenenada entre ceja y ceja.

No sé muy bien por qué, todavía intento buscarle una explicación a esto, pero se me formó un nudo en el estómago. Las palabras 'Tenemos que hablar' siempre me habían acojonado a más no poder, sobre todo cuando las decían mis padres, pero de ellos, normalmente, me imaginaba que podían decirme y de Ezra... Podía ser desde 'Lo dejamos porque en realidad no te quiero' lo que hubiera jodido el súper plan de Jannis y entonces, como siempre, habría terminado sufriendo yo más que él por haber tenido que fingir quererle durante tanto tiempo.  A 'Vas a sufrir por haberme mentido durante todo este tiempo' o 'Vas a ir a la cárcel por lo que le hiciste al coche de mi hermana'. Ninguna de las opciones me gustaban. Me pasé las horas sin atender, con mis piernas temblando del miedo y dibujando mini demonios en el cuaderno hasta que sonó la sirena que anunciaba el recreo.

Mi Pequeña VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora