Capítulo 2

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Los jueves son esos días que no deberían existir. Sabes que todavía estás entre semana y que no queda nada para el viernes y poder ser libre, pero todavía quedan muchas horas para la libertad, así como los miércoles. La gente se queja de los lunes pero en mi opinión, los jueves son mucho peor: te dejan con la miel en los labios.

Como todos los días, hice mi rutina matutina y con las pocas ganas que tenía, fui al instituto. Éste, era un lugar horrible pero cuando Cody iba, no estaba tan mal. Él me defendía y pasaba el tiempo conmigo. A veces me sentía mal porque por mi culpa, no tenía amigos; por pasar tiempo conmigo, con la friki, con la fea, con la apestada del instituto. Pero él... Él hacía que todo eso se me olvidara con sus bromas, su ego por las nubes y sus múltiples tonterías que en ocasiones carecían de sentido, pero que aún así, conseguían arrancarme alguna que otra sonrisa.

Nota para el mundo:

Necesitamos más personas como Cody Peterson. 

Para mi poca suerte, Cody estaba con paperas y no podía venir a las clases así que, estaba yo sola con mi nueva "amiga" Jannis, la cual, nada más verme, corrió hacia donde me encontraba mientras su larga melena ondeaba por el movimiento. Al llegar a mi altura, me miró con una sonrisa tenebrosa, casi tan tenebrosa como lo que me había ofrecido.

–¿Lo has pensado ya? –Preguntó fingiendo un tono inocente que quedaba obsoleto por su sonrisa torcida.

–Sí.

–¿Y cuál es tu respuesta?

–Antes de todo, prométeme que no estás aliada con Ezra.

–He visto lo que te ha hecho ese cerdo asqueroso. No soy tan mala persona.

Clavé mis ojos en los suyos, esperando que una señal, un gesto, algo, me dijera que era otra tomadura de pelo pero no lo encontré, así que, lentamente, asentí con mi cabeza, de arriba a abajo, de forma seca, me paré en medio de la gente que pasaba y me escupí en la mano para sellar el trato. Lo había visto en la película de Peter Pan y siempre quise hacerlo. Me sentía una niña perdida aunque en vez de en el país de Nunca Jamás, en un cutre instituto, por eso, ese era mi sello.

Recuerdo como si hubiese sido ayer la cara que Jannis puso de asco: hubiera sido digna de retrato, un retrato en el que me gastaría todos mis ahorros para libros solo para colocarlo en el salón de mi casa al más puro estilo Joey Tribbiani y Chandler Bin con su cuadro de un hombre con orejas de conejo. Subió la mano hasta su boca despacio, esperando que soltara una carcajada o algo por el estilo o que le dijera que estaba bromeando pero para su desgracia, no lo hacía. Y escupió. Y juntó su mano con la mía. Y desde entonces, se puede decir que se convirtió en una parte de mí; en una muy importante: en una amiga. Claro está que minutos después, fue al baño a lavarse la mano e incluso escuché alguna que otra arcada. En cambio, yo, fui con una sonrisa de oreja a oreja por primera vez sin estar presente mi mejor amigo por el instituto.

Después de una mañana que podría considerarse de las mejores que tuve en mi trayectoria por la secundria, como había prometido a Cody, fui a visitarle. Me eché gel desinfectante en las manos y me recogí el pelo en un moño. Siempre he sido un poco maniática con las enfermedades y tenía miedo de que me pegase las paperas pero soy buena amiga (dentro de lo que cabe).

Como dicen por ahí, cada familia, tiene lo suyo y como no, la de Cody, no podía ser menos. Odiaba ir allí. No porque estuviera todo patas arriba, que también, sino por los aprendices de Lucifer que tenía mi amigo como hermanos. Él era el mayor y posiblemente, el que se llevó todas las neuronas funcionales porque los demás, salieron unos garrulos y sino, atended.

Llegué a aquella casa infernal y como de costumbre cuando se llega a una casa, llamé al timbre. Para mi desgracia, el más garrulo de todos, el segundo más mayor, fue el que abrió. Mark Peterson. Tenía 13 años, plena edad sel pavo, aunque él no solo tenía el pavo, tenía todas las especies de aves juntas. Como cada vez que me veía, paseaba sus ojos por todo mi cuerpo hasta llegar a mi cara, donde se paraba y con cara de asco, chillaba:

Mi Pequeña VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora