04

23 4 0
                                    




Corrí a recoger el cuerpo de la mujer, intente ayudarla pero no había nada que hacer, estaba muerta, asesinada por mí, la navaja se encontraba tirada en el suelo, cerca de un excusado, repleto de ese líquido rojo que ya conocía por completo.

La desesperación subió a mi cabeza, y el sudor comenzó a frotar por mi cuello y frente, más inquieto me volví cuando los susurros de señoras se escucharon.

No sabía qué hacer, y Alex no pronunciaba ninguna palabra como consejo, entonces únicamente se me ocurrió una idea, fingir.

–¡Ayuda! ¡Ayuda! –grité reiteradas veces, con lágrimas en los ojos. Un grupo de mujeres se aproximaron a donde estábamos. Al vernos, dieron dos pasos atrás, aterradas.

–Llama a urgencias. –dijo una, la más delgada de las tres. Una de ellas presiono un botón de su bolsillo, era rojo intenso.

Mis ojos botaron más lágrimas de las que alguna vez pensé tener, desesperado les pedí ayuda, gritando.

–¡No he sido yo! ¡Por favor, ayúdenla! –exclamé.

Ellas retrocedieron aún más y en cuanto contestaron el teléfono, sus frentes ya explotaban en transpiración.

–¡El baño E masculino, vengan rápido! T-traigan primeros auxilios. –tartamudeó.

–Quédate ahí, no te atrevas a moverte, somos solo las que entreguen la comida. –gritó otra, me trataban como un animal.

De pronto observe el cabello opaco de Niall, y el castaño de Nick, intentando entrar al baño.

–Permiso, ¡Quiero usar el retrete! –dijo Niall, una de las señoras les ordenaron que se fueran, dando la excusa de que había ocurrido una catástrofe.

Fue entonces cuando lo entendí, ellas querían detenerme, encerrarme en el baño, para después cumplir con mi castigo. Pero yo no quería ningún inconveniente.

–Déjenme salir... les pido que me dejen ir– rogué con voz angustiada, realmente yo jamás quise matarla, solo fue una mala decisión, dejar salir a Alexander, fue una pésima decisión.

Una de ellas me apoyo, con pequeñas lágrimas cayendo de su mejilla.

–Tranquilo niño, en cuanto limpien este desastre podrás ir a tu habitación.

Al terminar esas últimas palabras, dos jóvenes armados llegaron al lugar, uno de ellos tomo mis brazos y los presiono en mi espalda, el otro inyecto un extraño liquido en mi cuello, haciéndome dormir.

Susurros, solo escuchaba susurros. Luego gritos, solo escuchaba gritos.

Y próximamente, sentía que me ahogaba, bajo el agua, mi garganta se arañaba con la necesidad de respirar, y dd pronto solo su respiración escuche.

"Alexander... Alexander..." era mi voz, suave y delicadamente le pedía ayuda.

¿Por qué le pedí ayuda a él? ¿Qué sentido tiene pedirle ayuda a quien arruino tu vida?

No contesto ni a mi última petición.

Y mis ojos se abrieron de par en par.

–¿Qué mierda? –solté. Me encontraba en mi habitación, con las manos atadas al borde de ambos costados de la cama.

"Esto se pone cada vez más emocionante, ¿Qué tienes en mente, doctor Johnson?"

Intente voltear para comprobar si él doctor estaba atrás, pero simplemente no puede moverme, lo que me confirmo esta idea, fue su voz.

–No lo esperaba de ti, Connor. Estuvimos a punto de aceptar tu expulsión, pero yo me opuse, quiero apoyarte pero tú simplemente no me dejas...–habló con tono serio.

–Yo... tengo miedo. –confesé. –Tengo tanto miedo de que se apodere de mí, y que no pueda detenerlo, míreme, no tengo fuerza, no voy a poder evitarlo.

Se mantuvo en silencio quizás meditando su respuesta, unos minutos incomodos llenaron el lugar.

–¿Cuál es su nombre?

–¿Usted no leyó la libreta? Ahí está todo. –espeté.

–Quiero escucharlo de tu boca.

–Alexander.

"No debiste haberlo dicho... Ahora tiene poder sobre mí, estúpido Connor"

–¿Te está hablando, no es así?

Como sabes eso, pensé. Es imposible, ¿lo puede escuchar cómo yo?

Moví mi cabeza en asentimiento, su rostro se volvió tenuemente pálido.

–Me preocupa que Alex haya lastimado a Carmenza, es el nombre de la señora que degollaron.

No dije nada, baje mi cabeza avergonzado, yo sabía que exactamente eso había sucedido.

–Mañana partirán las sesiones con Alexander, tu solo preocúpate de estar en tu habitación a las tres de la tarde todos los días.

"¿Qué? En que me han metido, yo solo estaba aburrido" Gruño en mi cabeza.

–Ah y, hoy llegara tu compañero de habitación, buena charla. Nos vemos.

Se levantó sin dejarme contestar, y se fue cerrando la puerta al salir.

Muchas dudas entraron a mi cabeza cuando el doctor abandono la habitación, ¿habrá sufrido algo similar? ¿por qué me protege? ¿él es capaz de escuchar a Alex?

Todas esas preguntas azotaron mis pensamientos, al igual como el joven frente a mi azoto la puerta al entrar.

Me observó con odio, indiferencia y asco, una mirada así destruiría a cualquier persona, puedo decir que no me sentí bienvenido, pero él era el nuevo, no yo.

–Bienvenido...–dije, intentando ser amable.

–No me hables. –de un segundo a otro, corto cualquier vínculo que pudo llegar a existir.

Rodee los ojos de mal gusto, él abrió un libro y leyó lentamente evadiendo mi presencia.

"Que sujeto tan antisocial... ¿aun tienes la navaja? Un corte no le haría mal, hasta quizás hable"

–¿Me quieres dar las llaves de ahí? –indique, el doctor Johnson las había dejado encima de una mesa de madera, algo me decía que lo había hecho con el propósito de que estableciera una conversación con este chico.

Las lanzo sin decir ni una palabra. –Gracias. –me limite a decir. Introduje las llaves en el pequeño agujero del candado, este cedió.

–¿Tu nombre es Connor? –habló él esta vez, sorprendiéndome.

Asentí con mi cabeza, dándole a entender que estaba en lo correcto.

–¿Conoces a Emmeline? –preguntó.

–¿Qué?

–¿La conoces? –insistió.

–Sí, ¿Cómo sabes quién soy? ¿Cómo sabes de ella?

–Compartíamos habitación, no dejaba de hablar de ti, diciendo que le diría a Dios tu nombre para que fueras al cielo junto a ella.

Mis palpitaciones se alteraron, ¿todo este tiempo ella estuvo aquí? ¿todo este maldito tiempo?

–N-no lo puedo creer... ella está aquí.

–Es del sector D, pero al parecer tus amigos ya lo sabían, ese par gay, por ellos me mandaron a este sector, casi ahogo a uno de ellos con mis audífonos.

–¿Qué cosas dices? Ellos no serían capaces de lastimarla, es tan pura.

–Los detuve a tiempo, gracias a mí tu querida Emmeline está viva.

No lo pensé dos veces, cuando ya estaba abrazándolo, el rechazo mi abrazo, empujándome.

–No pienses hacer eso de nuevo, o no tendré compasión.

–Al menos dime tu nombre...

–Stephen

GéminisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora