05

23 3 0
                                    

Stephen... Ese era su nombre.

Un hombre que me había dejado impactado con unas simples palabras, él conoce a Emmeline, ella está a tan solo unas habitaciones, nada que me pueda detener.

La siguiente asignatura era de matemáticas, yo amaba las matemáticas, pero no puedo decir lo mismo de Stephen, él parecía odiarlas.

Él parecía odiar todo.

Estaba tan ansioso de ver su rostro, la adrenalina subía explotando en mi rostro, dejándolo rojizo, con tan solo escuchar su voz.

"Mejor será la adrenalina, al ver como cortas su perfecto cuello. Nuestro trato sigue en pie, es ella o tu madre"

Mis ánimos se fueron en picada, hasta que Stephen habló.

–La chica es preciosa. –soltó. –Me gusta demasiado para poder imaginarlo, nunca me eh sentido así.

Una especie de nudo se formó en mi garganta y estómago, los celos me invadían, y me hacían pensar como Alex, quizás un Stephen muerto es mejor que un Stephen vivo.

"Detente ahí, yo soy la parte mala, no te tomes mi papel, maldito usurpador."

–Dime que ha sido una broma, una broma de mal gusto, Stephen, ella no te gusta, ¿verdad?

–¿No me has oído claramente? Estoy enamorado de Emmeline.

Abrí ambos ojos agitado, era de noche. Todo había sido una pesadilla.

Mi cuerpo completamente sudado era una señal de que había estado asustado, muy asustado, los ronquidos de Stephen sonaban por toda la habitación, pensé en ahogarlo con su almohada, pero algo me lo impidió, el terror de ser como Alex, quizás, o la opción de que hayan cámaras en el lugar.

Moví mi cabeza dándome pequeños golpes con la palma de mis manos, ¿por qué comienzo a pensar cómo Alex? ¿cuál es mi problema?

"Estas enfermo, piensa un momento al menos, estas en un hospital psiquiátrico"

Abrace mis piernas con los brazos, balanceándome lentamente, realmente soy un lunático.

Asesine a mi mejor amigo, a mi mascota, a una señora, y probablemente hice y seguiré haciendo más asesinatos.

La manilla del dormitorio se deslizó, y la puerta abrió. Yo seguía balanceándome.

–Código 742, retírese de la habitación inmediatamente. –dijo, era un señor bastante adulto pero en buena forma, vestía de blanco, y ocupaba lentes.

742... mi código.

Me levante y lo seguí, observe de reojo a Stephen, sentí una oleada de ira y envidia, dormía tan tranquilo como un patético bebé.

–¿Qué sucede? –le pregunté al señor.

–Vamos a conocer a Alex.

"¿Qué?"

Me quede en silencio, ¿a qué se refería? No pude pensar en la opción de matar a alguien más, alguien más que no fuera Stephen, claro.

Caminamos tanto tiempo, que perdí el recorrido que llevábamos, era largo y confuso, como un laberinto.

El señor se detuvo frente a una puerta roja, tomó sus llaves y le sacó el seguro, era una sala amplia, oscura, y con varios aparatos tenebrosos, habían camillas con cuerdas y metales, armas, sillas partidas a la mitad, ratones en jaulas de vidrio, y más.

Sentí mis piernas temblar, sentí temor, y por primera vez, creo que Alex también tuvo miedo. Al cerrar la puerta bruscamente, di un salto.

–Necesito que te sientes...– me señalo una de las sillas con cuerdas y metales a los lados. Tome asiento, el amarro mis brazos con mucha rapidez, casi no pude respirar.

–¿Q-qué me vas a hacer? –titubee, el metal estaba tan frio como el tenso ambiente.

–Solo queremos ver cómo reacciona Alex a la ira.

–Alex tomara el control, solo si yo accedo.

–Eso me hace pensar que tú le has dado el poder de asesinar a Carmenza. –dijo, pensativo.

–No, no eso ha pasado, ¡yo no la asesine! ¡yo no he matado a nadie!

–¿Alex disfruta el dolor?

–Cuando él está presente, yo no puedo recordar nada después.

–Entendido, entonces no podrás recordar nada de esta noche, porque Alex llegará tarde o temprano.

Mis labios tiritaron no sé si de terror, nervios o el deseo de saber que se sentía ser torturado.

"Ya empiezas a hablar como yo"

Losé, es preocupante, pensé.

En un momento repentino, y tan rápido como un abrir y cerrar de ojos, pude observar a Alex sonreír de lado, guiñándome un ojo, esta acción me estremeció completo, ¿me convertiría en él? No, eso no podía suceder, necesitaba la ayuda del doctor, necesitaba que me salvara del perfecto y tentador lado oscuro.

Pero luego lo medite bien, ¿Quién es él que decide que es bueno o malo? ¿Somos diferentes por pensar en asesinar a alguien, que igualmente ha sido culpable de algo? Todos tenemos nuestro lado oscuro, tan oscuro que jamás llegamos a conocer por completo a las personas más cercanas. Los niños lloran y roban dulces, eso los convierte en pecadores, los adolescentes molestan a los demás y otros lloran en silencio, sin defenderse. Son pecadores igualmente ¿Por llevarme su alma pecadora, acaso también yo soy culpable?

No lo entendía.

Quiero ir de su lado, tengo la ansiedad, la exigencia de sentir sangre, pero algo me lo impedía, esa pequeña piedra en mi garganta, diciéndome que esto estaba mal.

Me estaba volviendo loco por desintegrar esa piedra.

–¿Cuál es tú color favorito?

La voz del señor resonó lejos en mis oídos, no le estaba prestando atención.

–¿Cuál es tú color favorito? –insistió.

–Azul, azul oscuro...

–Oh, a los psicópatas les encanta el azul, ¿sabias eso? –dijo como si nada, tan irónico.

–N-no soy un psicópata, señor.

–Pero Alex sí que lo es, un gran psicópata con potencial.

Me quede en silencio, tener doble personalidad ya era una gran enfermedad, un gran riesgo, pero que la otra personalidad fuera un psicópata, me convertía en simplemente un desquiciado.

–Quiero que te recuestes y duermas, Connor, deja que Alex se haga presente. –habló con una amabilidad que no había escuchado jamás de su parte, tu voz sonaba relajada, paciente.

"No le hagas caso, te prohíbo dormir, Connor"

Sospechoso, sin saber en quien confiar, me recosté lentamente, atento a cualquier acción del sujeto frente a mí.

Y dormí, dormí tan cómodo como no dormía hace mucho tiempo, sin pensar en ningún miedo o desconfianza.

Pero, al tan solo cerrar mis parpados, la presencia del chico blanco en mi cabeza, se asomaba temeroso.

Abrí los ojos de Connor cuando sentí que su personalidad estaba completamente en paz. Debía enfrentar al señor de mechones canosos con frente arrugada.

–¿Alex? –preguntó.

–Libéreme, ahora. –dije, con voz imponente, a pesar de que la voz de Connor, tampoco era tan grave.

–No, necesito hablar contigo, sin Connor presente.

–Él está dormido, ahora yo controlo su cuerpo. Entonces hablé con tranquilidad, señor...

–Christian, señor Christian.

–Muy bien, señor Christian, ¿Qué tanto le interesan mis problemas?

GéminisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora