06

23 3 0
                                    

–¿Mi mayor deseo? Que pregunta más patética, tenga más imaginación, por favor.

Él me observo con repugnancia, como si eso fuera a molestarme.

–Responda a lo que pregunté.

–Soy alguien de mente amplia, tengo varios deseos, doctor Christian. –él esperó a que siguiera mi respuesta pacientemente. –Sé que usted quiere que le diga que mi mayor deseo es asesinar al mundo completo, y ojala, pero soy razonable, no puedo asesinar a todos de un solo tiro. Y además darle esa respuesta, le haría el trabajo demasiado sencillo, ¿verdad, doctor?

El hombre intento mantener la calma, pero en el fondo, yo sabía que Christian no estaba tranquilo, es más, sentí que él solo quería desaparecer, al sentirse inútil.

–Esa no ha sido mi pregunta, insisto ¿cuál es tu mayor deseo, Alexander?

–Tener una familia, hijos, mascotas. Una vida normal.

Él sonrió, que ingenuo.

–Era una piadosa mentira, doctor. No tengo deseos, solo metas.

Su sonrisa se desvaneció inmediatamente.

–Cambiemos de pregunta, ¿cuándo fue tu primer asesinato?

Posé mi dedo índice en mi barbilla, pensativo. –Fue Alex, mi primera víctima. Una noche lo asesine con una roca, no recuerdo exactamente qué día.

–¿Por ello tu nombre? –se levantó y buscó una libreta, luego volvió y comenzó a escribir. Asentí con la cabeza.

–Está bien...– escribió un par de cosas, con un bolígrafo negro. –¿tienes alguna lista, orden, el cual sigues al matar?

–Cambio las maneras, pero me gusta escucharlos gritar, y normalmente que se ahoguen con su sangre. Pero el generó no me interesa, tampoco asecho a las personas, solo las veo y atacó al tener el control sobre Connor.

–¿Por qué lo haces? ¿Qué sientes al asesinarlos?

–Que no siento... realmente siento de todo, adrenalina, ansiedad, pero jamás temor. Es como una droga que disfruto demasiado, la necesito para vivir. Sus gritos me vuelven adicto a seguir asesinando una persona tras otra. Si no grita, no estoy dispuesto a darle el control a Connor, hasta que tenga otra presa que grite.

–Adoras que griten, ¿por qué?

–Es como preguntar porque te gusta una buena noche de sexo, no tiene explicación, es solo esa pasión, esa necesidad de sentir adrenalina, ¿le gusta el sexo, señor?

–Sí, pero no nos desviemos del tema, Alex.

–No me estoy desviando, así como a usted le gusta el sexo a mí me gusta matar, ¿tan difícil es de entender?

–Ese no es el caso, el sexo es algo normal, comienza el ciclo de la vida...–

Entonces le interrumpí, esta conversación se convertía en una charla estúpida.

–Morir también está en el ciclo de la vida, naces para luego morir.

–Pero no necesariamente debes morir de una forma tenebrosa, como Carmenza, o Alex.

–Uno no decide como morir, solo sucede y ya. Fin de la conversación.

No dijo nada, creí que le había ganado o algo similar, sin embargo, él enfureció, tomo una barra eléctrica, y cuando la puso sobre mí, y apretó un botón, me enteré de que dolía como la mismísima mierda.

Los vellos que compartíamos Connor y yo, se levantaron, mi cabello se erizó como un lunático, el doctor no se detenía y continuaba presionando el botón. No resistí, y me eché sobre la silla. Cerré los ojos, pero esta vez, no quise dejar a Connor tomar el control, tenía demasiadas ganas de asesinar a Christian, y ni siquiera lo había oído gritar.

Abrí mi ojo izquierdo, el seguía maltratándome. Recupere mi posición anterior y volví a sentarme correctamente en la silla, fruncí el ceño, abrí ambos ojos de par en par, gruñí como lo hubiera hecho un cachorro, y con una de mis manos, sujete la barra de una manera terrorífica, no sé de donde Connor había sacado tal fuerza, pero solo seguí apretando la barra repleta de electricidad.

El rostro del doctor se deformo, en cambio, el mío era inexpresivo, solo en mis ojos se observaba el odio, el lado oscuro. Tenía miedo, podía notarlo, solo necesitaba que gritara para poder estar en paz, pero no lo hizo.

Solté la barra y la arroje al piso hecho una furia. Estire mi brazo y con uno de mis dedos toque su bata, lo acerque a mí con fuerza y gire su cuello con mis manos. Su cuerpo se desvaneció en el suelo.

–La próxima vez grita, maldito enfermo. –los seguros se habían quebrado por tanta electricidad, gracias a esto me levante de manera simple, golpeé la cabeza de Christian con mis zapatos, su boca botó sangre espesa, de un color entre rojo y negro. Continúe mi camino hacia la salida, cerré la puerta y abandone el lugar.

Encendí la presencia de Connor en mi mente.

"Te he dejado el trabajo fácil, tu solo ve a la habitación y duerme, buenas noches, querido Connor"

Su personalidad se asomó, y lo deje tomar el cuerpo.

GéminisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora