1.

3.2K 332 196
                                    

—¿Sabes lo que me dijo hoy antes de salir del cuarto? —dijo Simon.

Penny rodó los ojos. No era la primera vez que Simon se quejaba de cómo lo trataba Baz. Ella en serio quería decirle que notaba como Baz lo miraba cada vez que Simon se volteaba (se lo sabroseaba bien cañón), pero no quería darle esperanzas y luego darse cuenta de que estaba mal y Baz sólo lo miraba así porque se lo quería comer (literalmente).

—¿Qué Simon? —dijo Penny en un tono cansado.

—¡Nada! Nada de nada. ¿Lo puedes creer? Ni me volteó a ver. ¡Ya está, me rindo! Nunca le voy a gustar y por eso estoy decidido.

Penny frunció el ceño confundida.

—¿Decidido a qué?

—A desenamorarme de él.

—¿Desenamorarte de quién? —Agatha llegó de la nada haciendo saltar a Simon del susto.

—De si mismo —contestó Penny.

No quería decirle nada a Agatha tampoco. Si ella no se había dado cuenta por si sola hasta ahora y Penny le decía algo seguro iba a correr a contárselo a Simon.

—Oh —Agatha miró a Simon como si fuera el bicho más raro del mundo—. Como sea, vamos a clase, quiero conocer a la nueva maestra.

Agatha tomó a sus dos amigos de las mangas del suéter y los arrastró hasta su siguiente clase. Cuando entraron Simon pudo ver a Baz en la primera fila junto con todos sus amigos. Su corazón comenzó a latir rápidamente.

—Muy bien alumnos, todos tomen asiento y vamos a comenzar —dijo la maestra.

Los tres se sentaron en la última fila. Simon recargó su cabeza en su mano mientras miraba a Baz por atrás admirando su cabellera. Penny le dió un codazo y de pronto salió de su trance.

—No parece que te estés desenamorando —susurró.

Simon hizo una mueca pero no dijo nada, sabía que era cierto. Ya varias veces antes se había decidido a desenamorarse de Baz pero no había podido. Llevaba demasiados años enamorado lo cual lo hacía extremadamente difícil.

—Primero que nada, yo me llamo Genevieve, me pueden llamar Gen. Como es un nuevo año, quiero hacer una actividad para que se conozcan entre sí —continuó la maestra—. Aunque ya sea su octavo año seguro algunos no se han llegado a hablar tanto. Voy a nombrar a las parejas —la maestra tomó su lista y comenzó a decir a la gente que estaría junta—. Y... Baz y Simon. Espero que esta actividad les sirva mucho.

A Baz casi le da un ataque cardíaco. No podía estar con Simon, tan sólo no podía, estaba casi seguro de que diría y/o haría una tontería aparte de que no se concentraba cuando veía esos hermosos y brillantes ojos azules. Se levantó de su lugar decidido a pedirle a la maestra un cambio, de todos modos ya conocía a Simon por completo.

—Lo siento Baz, no habrá cambios —dijo la maestra.

—Pero yo ya conozco a Simon del todo. ¡He vivido con él durante siete años! —se quejó Baz.

La profesora sonrió comprensiva.

—Lo sé pero tengo entendido que en esos siete años ustedes no se han llevado muy bien y está actividad también funciona para que al menos se soporten.

—Pero...

—Nada, ve con Simon. —Genevieve le dió dos hojas con las actividades que debían hacer.

Baz arrugó la nariz, tomó las hojas y se fué. Respira, no pasa nada, sólo actúa como siempre, pensó y de repente se sintió como un tonto; justo le acababa de decir a la profesora que conocía a Simon mejor que nadie y que había vivido con él durante siete años, ¿y aún se ponía nervioso? Maldito Simon.

—Relájate —dijo Penny cuando notó lo tenso que estaba su amigo.

—¿Por qué no puedo simplemente odiarlo? —preguntó Simon.

—Muévete Snow, tengo que sentarme —Baz hizo una seña con la cabeza indicando que se hiciera a un lado.

Simon se movió hacia la izquierda dejándole a Baz la parte derecha de la mesa, este tomó una silla y le entregó su hoja y una pluma a su compañero.

—Describe a tu pareja antes de preguntar nada —leyó Simon en voz alta.

—Estúpido —dijo Baz mientras escribía.

Simon ocultó la tristeza que sintió al escuchar eso con una cara de enojo y comenzó a escribir.

—Arrogante.

Baz quitó la vista de su hoja para voltear a verlo y entrecerró los ojos de manera amenazante. Simon hizo lo mismo.

—Oh no, ya van a empezar —dijo Penny.

Baz sostuvo la pluma con más fuerza y comenzó a escribir de nuevo.

—Inútil.

—Presumido.

—Humillante.

—Increíblemente grosero.

—Sin talento.

—Fanfarrón.

—Idiota.

—Patán.

—Insulso.

Simon volteó a ver a Baz confuso.

—¿Qué? —preguntó—. ¿Qué es eso?

Baz rió y comenzó a escribir otra cosa.

—Ignorante.

Simon apretó los dientes, sostuvo la pluma con fuerza y escribió.

—Pende...

—¡Simon! —lo detuvo Penny—. Eso se lo tienes que entregar a la maestra.

—En la luna todo el tiempo —dijo Baz mientras escribía.

—¡Ya cállate! —le gritó Simon.

—¡Jóvenes! —los llamó la profesora—. ¿Hay algún problema?

Ambos negaron con la cabeza. Simon trató de no hacer evidente las ganas que tenía de llorar. Eran muchas cosas acumuladas: la impotencia de que tal vez todo lo que dijo Baz era cierto, que Baz siempre le ganara, que él siempre quedara como un tonto y, sobre todo, que sea el chico del quién está enamorado el que dijo todas esas cosas.

—No, todo bien, pero... —dijo Simon—. ¿Puedo salir por un momento?

La maestra lo miró confusa pero asintió. Simon se paró y salió del salón lo más rápido posible. Penny lo siguió con la mirada y pudo notar que Baz también lo hizo pero de una forma muy particular, como si se sintiera mal.

Ella salió del salón sin decir nada y siguió a Simon. Entró al baño de hombres donde este había entrado sin importarle nada.

—Snowy, ¿estás bien? —preguntó.

Simon estaba recargado en el lavabo y miraba hacia abajo mientras lágrimas caían por sus mejillas.

—Lo odio —dijo apretando los dientes.

Baz, que estaba a punto de abrir la puerta, se detuvo al escuchar eso. Sintió una tristeza terrible y luego impotencia, se sentía estúpido. ¿Cómo demonios espera gustarle a Simon si lo trata de la fregada? Tal vez... Tal vez nunca a esperado gustarle. Soltó la perilla de la puerta y caminó de nuevo al salón donde de seguro deberían de estarse preguntando que pasó si Simon pidió salir así de repente y Penny y Baz salieron detrás de él sin pedir permiso.

Penny sonrió comprensiva y jaló a Simon hacia ella para abrazarlo.

—Lo se, Simon... El problema es que no lo haces —dijo—. No lo odias.

Simon suspiró cansado.

—Tienes razón... Pero como desearía hacerlo.

Oblivious (Snowbaz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora