Capítulo 5

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-¿Y podemos poner trocitos de caramelo encima?

-Claro que sí -respondió Nora, y limpió una mancha de harina en la nariz de Emily.

-Esto es muy divertido, Nora -dijo la pequeña al tiempo que metía las manos en la masa de harina-. Papá no me deja cocinar porque dice que soy muy pequeña.

Nora se quedó algo preocupada. Quizá debería haberle preguntado a Mike antes de ponerse a preparar pasteles con Emily. Aunque, por otra parte, él no estaba allí y ella sí. Por lo tanto, siempre y cuando no prendieran fuego a la casa, no veía ningún problema.

-No te preocupes, ya le diremos lo bien que has cocinado, ¿te parece?

Emily le sonrió encantada, y a Nora le pareció que esa recompensa valía más que cualquier problema que pudiera tener con él posteriormente.

¿Y dónde demonios se había metido Mike? Ella llevaba ya dos horas en el rancho y ni rastro de él. Donna Dixon, la esposa del encargado, estaba al cuidado de Emily cuando ella llegó; y, debido a que estaba embarazada de ocho meses, se alegró de poder dejar a Emily con ella para poder marcharse a su casa a tumbarse.

Nora había jugado un rato con Emily, luego habían coloreado unos dibujos y después habían tomado el té con las muñecas preferidas de Emily. Después del té, la niña le enseñó la casa. La sorprendió ver que, a excepción del cuarto de Emily, el sueño de cualquier niña, la casa estaba escasamente decorada.

El dormitorio de Emily tenía las paredes pintadas de azul, una cama de canapé con colcha de encaje, estanterías llenas de libros infantiles clásicos y montones de muñecos de peluche y otros juguetes. Pero el resto de la casa estaba sencillamente amueblada, sin detalles que le dieran un aspecto acogedor. En el enorme cuarto de estar había dos sofás y un viejo sillón delante de una chimenea inmensa. En el momento que lo vio, Nora empezó a imaginar ese espacio bien decorado; le encantaría que la dejaran en esa estancia con unos botes de pintura y su imaginación.

Pero lo que más la sorprendió fue la cocina. Era un espacio magnífico, lleno de posibilidades, pero con paredes color crema y unos sencillos muebles de pino que estaban pidiendo a gritos que se hiciera algo con ellos. Imaginó lo que podría llegar a ser esa cocina; pero, al fin y al cabo, no era asunto suyo. Mike no la había invitado para que decorase su casa. En realidad, no la había invitado, ella había forzado su presencia allí.

-¿Están hechos ya los pasteles?

-Mmmmm -Nora salió de su ensimismamiento y miró a Emily-.

Ah, los pasteles. Vamos a ver...

La niña se bajó del taburete y corrió hacia la puerta del horno.

-No lo toques, que quema.

Emily apenas podía contenerse, tenía las manos juntas y se las apretaba como si así pudiera evitar echar la mano a los pasteles.

Sonriendo, Nora abrió la puerta del horno y el olor a pastelillos de chocolate inundó la cocina.

-Estos ya están hechos -declaró Nora al tiempo que sacaba la bandeja, que dejó encima del mostrador.

La siguiente bandeja ya estaba lista para entrar en el horno. Nora la metió y cerró la puerta.

Emily respiró profundamente y miró a Nora.

-¿Puedo tomar uno?

Cualquier adulto con sentido común diría: «Por supuesto que no. Tienes que esperar a cenar; si comes un pastel ahora, te quitará el hambre». Su propia madre era una ferviente seguidora de la teoría de que, antes de la comida, nada de aperitivos.

Bésame +++ TERMINADA +++Donde viven las historias. Descúbrelo ahora