Emily estaba profundamente dormida y le había bajado la fiebre. Pero Nora se
negaba a marcharse.
Mike la observó desde la puerta y, bajo la suave luz de la mesilla de noche,
estaba... guapísima.
La tensión le hizo agarrar con fuerza el marco de la puerta mientras se permitía
el lujo de pasear la mirada por el cuerpo de esa mujer. Ahora, Nora tenía los
pantalones y la camiseta arrugados y manchados, se había pasado las manos tantas
veces por el p»lo que se había tornado en una revuelta masa dorada, y sus ojos se
veían cansados y angustiados.
A pesar de ello, el deseo volvió a apoderarse de él, pero se trataba de algo más
que una reacción a la belleza de una mujer. Se trataba de una reacción a la clase de
persona que ella era, a cómo había cuidado de Emily, a cómo le había leído cuentos
hasta casi aprendérselos de memoria.
Su deseo se debía a haberla visto constantemente durante dos semanas. Se
debía a las flores que había en la casa, a la risa que había acanzado a todos los
rincones de su hogar, a la calidez que se le había agarrado al corazón por mucho que
intentara combatirla.
Pero sabía que no podía aliviar ese deseo porque no podía darle a Nora lo que ella
quería. No podía correr ese riesgo. De tratarse únicamente de su propia felicidad,
quizá se rindiera; pero tenía que pensar en Emily y protegerla contra otro posible
abandono... aunque ello significara negarse a sí mismo a la mujer que deseaba con todo
su ser.
Como si hubiera sentido su mirada, Nora alzó los ojos a él. Cuando sus ojos se
encontraron, Mike se dio cuenta de que se había metido en un verdadero lío.
Nora se levantó, se agachó para acariciar la cabeza de Emily, volvió a
enderezarse y empezó a avanzar hacia él.
Mike se apartó de la puerta mientras ella se aproximaba. Cuando Nora pasó por
su lado, lo rozó y el cuerpo entero se le encendió. Sacudió la cabeza, lanzó una última
mirada a su hija y siguió a Nora hasta el cuarto de estar.
Ella continuó andando hasta detenerse delante de la ya fría chimenea. En el
dintel había unas fotos enmarcadas; la mayoría eran de Emily, pero había otras.
-¿Son estos tus padres? -preguntó ella sin volverse.
-Sí -respondió Mike, parándose a unos cinco pasos de ella. No estaba de más
seguir manteniendo
la distancia-. Viven en el norte, cerca de Reno.
-Es una zona muy bonita -dijo Nora acariciando el dintel de roble-. ¿Y esta quién
es?
-Mi hermana -respondió Mike metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón-.
Vive con su familia en Montana.
-Vivís lejos los unos de los otros, ¿verdad?
-Sí, así es.
ESTÁS LEYENDO
Bésame +++ TERMINADA +++
Chick-Lit¿Había perdido la virginidad... o el corazón? Nora Bailey había acabado siendo la última virgen de California. Y ya había llegado el momento de cambiar la situación. El problema era que el único hombre que le interesaba, el guapísimo Mike Fallon, y...