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Me retuerzo en mi cama cuando la claridad del día pega en mi cara, me estiro levemente y los abro con dificultad. Otro día más, otro día menos. Creo que hubiera preferido no recordar nada porque esto me hace una persona totalmente depresiva. O es lo que siento en el momento.

Personalmente prefiero la gente que está todo el día feliz, como me suelo caracterizar o lo hace la gente que me conoce, pero es que ahora me está costando un poco levantarme y escuchar fuertemente temas pop que me hagan bailar mientras me visto.

Oh oh, Lía lo estás haciendo poco a poco. ¡Ahora ya descubrimos que te gusta el pop! ¡Levántate y busca en tu laptop tu música!

Oh por dios, que conciencia más inteligente tengo. Porque no reacciona más seguido. Esto me ha dado un poco de energías extras. Me levanto rápidamente y agarro mí no laptop que estaba en una de las mesitas de luz. La abro y me pide la contraseña.

Sin pensar escribo "LíaMalía" y entra sin problemas. Y en el momento que empiezo a entrar a lugares descubro que entre con mi contraseña, aunque ya el amigo de Sofi la había configurado para que la use sin contraseña, (lo cual ya debería cambiar en configuración) seguramente la memoria de la laptop recordaba la contraseña que tenía puesta anteriormente.

Que contraseña más extraña, digamos que mi segundo nombre no es Malía y no conozco a ninguna chica con ese nombre así que seguramente lo hice porque rimaba con mi nombre. Puede que de esa manera sean todas mis contraseñas, solo debo descubrir que rima con que. Aunque ahora no son de mi prioridad.

Hace varias semanas que no uso las redes sociales, por lo que una mas no me hará daño. Busco en la carpeta de música y me encuentro con una larga lista de canciones, de diferentes años y la mayoría latinos o pop un poco lentos, o de esos que te hacen pararte a bailar inevitablemente.

La selecciono completa para que se reproduzca automáticamente y subo el volumen al máximo. Comienzo a buscar la ropa que voy a colocarme y dejándome llevar por la música canto todas las canciones. Que bien se siente escuchar la música que a uno le gusta, que a uno le tranquiliza.

Cuando ya estoy vestida escucho que golpean mi puerta – ¿Quién es?

-Soy yo amiga, Sofi. Ábreme que tengo que mostrarte algo – ush, no quería ver a nadie hoy, pero que más da. Bajo un poco la música y le abro la puerta – Pasa, perdona el desorden, es que descubrirse uno mismo no es tan ordenado.

-Está bien, no es importante para mí eso. Aunque, no sabía que leías novelas – Sofi me mira como asombrada, expectante a mi respuesta. La cual no tendrá porque ni sé que responderle.

-Emm, yo tampoco lo sabía, ayer lo descubrí – le comento alzando mis hombros – En fin, ¿que decías que tenías que mostrarme?

-Ay cierto! Perdón, es que soy muy distraída – Eso ya lo sé chica, habla que me matas de intriga – Cuando me levante estaba esta carta en mi alcoba, en la cama que estaba usando tu mamá. Y bueno, es para ti.

¿Es una madre capaz de irse sin despedirse y dejar a su hija, que no recuerda nada, sola al otro lado del mundo? La mía si, se fue solo dejándome una carta. La cual me resulta mediocre y falta de explicación. No sé si sentirme mal o dejarla que sea libre, si siempre fue así, una madre ausente, no creo que deba preocuparme ahora.

En la carta explicaba lo mismo que me dijo el día que peleamos acá en el departamento, que debía trabajar, que debía cuidar a Katia porque era más chica, que mi padre no estaba casi en todo el día y bla bla bla.

Cosas que no me interesan, cosas que no tengo porque entender porque podría haberme saludado, podría haberla acompañado al aeropuerto, si total soy siempre la que debe entender. ¿Por qué se va sin intentar que lo haga?

LÍA* (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora