Yoonji se encontraba en posición fetal aprisionando su abdomen con sus brazos, apretándolos con fuerza. Le dolía, mierda que sí, y mucho. ¿Por qué era tan difícil ser mujer? ¿Por qué nació así? ¿Podría operarse en un futuro? No sabía, y eso le molestaba.
Maldijo a su madre por hacerla mujer, a los médicos, a la ciencia. ¿Tan complicado era encontrar una cura para eso?
Suspiró, cansina. El dolor la dejó por un momento. Y pensó, ¿dónde demonios estaría esa maldita mujer? La había llamado ni bien comenzaron esos asquerosos y punzantes dolores en su vientre y de eso ya cinco minutos. ¿Cómo podría tardar tanto en venir?
El dolor volvió repentinamente y tuvo que poner más fuerza en su apriete, mierda, cómo dolía. Y esa estúpida mujer no llegaba. ¿Acaso se transportaba en tortuga? Maldijo por lo bajo, y por lo alto también. El dolor le recorrió la espalda y las piernas, y quiso morir ahí. Cómo odiaba esto, con toda su alma. Quería irse de ese cuerpo durante esos horribles cinco días que abarcaba su asquerosísimo período. Lo odiaba tanto que podría hacer una tesis de cinco mil hojas y llenarlas todas y cada una de ellas con insultos en todos los idiomas del mundo.
Suspiró, de nuevo. Y quiso llorar esta vez. ¿Por qué Hobi no venía? ¿Acaso la odiaba tanto o más que ella misma en sus días? Sabía que era horriblemente insoportable, pero Hobi no podía odiarla porque si lo hiciese ella se tiraría por su ventana y moriría, incluso si su habitación se encontraba en un segundo piso y lo máximo que llegaría a tener es una lesión.
Estuvo a punto de ponerse a llorar, pero escuchó la puerta de su habitación abrirse.
—Yoonji —Hobi entró y cerró la puerta tras de sí para voltearse y reír bajito porque la pálida chica sobre la cama le daba la espalda; incluso sin haberla visto podría jurar que no se encontraba de espaldas antes.
—Yoon —repitió con dulzura—. Amor.
La chica de piel pálida se removió un poco, sólo un poco, en su lugar.
—Amor, estuve haciéndote el desayuno —habló aún desde la puerta, pues sabía que a su novia no le gustaba que se acercase cuando estaba enojada.
Yoonji se volteó y Hobi pudo ver sus ojos humedecidos.
—Bebé, lo siento —le dijo, con tono arrepentido—. ¿Puedo darte un abrazo?
—Maldición, sí, tonta. Ven y lléname de besitos y mimos antes de que me suicide o me ponga a llorar.