Yoonji nunca supo cuán difícil era estar enamorada antes. Para ella era una cosa imposible y estúpida, nada más, porque jamás sintió nada por nadie, y le constaba que era popular, algo al menos. Desde niña el escaso interés por los niños y niñas era demasiado, no había ni la mínima oportunidad de que sintiera algo más que amistad, de eso puede dar fe Jimin, su ahora mejor amiga, que en un tiempo tuvo un enamoramiento inocente por ella. Era tan poco probable que Yoonji se enamorara que las apuestas en el colegio sobre el tema eran el pan de cada día siempre que llegara un alumno nuevo.
Así sucedió cuando llegó Hosook. La chica era una belleza andante, brillaba por donde fuera que pasara, irradiaba luz propia, era la antítesis de su persona. Las apuestas empezaron, cincuenta a cincuenta: Yoonji se enamoraba o Yoonji no se enamoraba. No había punto intermedio. Por eso grande fue la sorpresa de todos al saber, entre rumor y rumor, que la chica había querido ser la amiga de Yoonji. Amiga. El espectáculo fue inmenso, día tras día de burlas (de aquellos que o eran valientes o eran suicidas) sobre la friendzone en la que la pálida muchacha había entrado. La joven no pudo aceptar eso, ¿cómo podía suceder? Suponía era el karma. Enamorarse de la única persona que no la quería más que como amiga.
Y ahora estaba ahí, temblando cual hoja amarillenta a punto de caer por un viento de otoño, sintiéndose indefensa e incapaz, como si no pudiese hacer nada y el mundo fuese mil veces más grande de lo que es. Ni el apoyo moral de Jimin y sus amigas (que aunque sean amigas en común de Hosook no eran compartidas con ella) le había servido de nada, parecía estar mucho peor, incluso. Era soltar una frase, el típico y conciso me gustas, y nada más. Después la respuesta, negativa o positiva, cualquiera era mejor que una esquiva, si no sabrá ella que tuvo que aguantar los reclamos de Jimin por haberle evitado una respuesta tantos años.
Si la gente se te confiesa a ti, con esa cara agría que tienes -le dijo Jimin-, ¿por qué no podrías hacerlo tú si es a alguien tan angelical como Hobi?
Y tuvo que darle la razón, tenerla enfrente sonriendo la reconfortaba.
—¿Tiene algo que decirme? —preguntó la menor, ladeando la cabeza, gesto que a Yoonji le pareció adorable.
—Sí —confirmó. Se podía, se podía, se podía—. Me gustas, Hobi.
Yoonji esperaba desconcierto, desagrado, vergüenza, repudio, todo junto. Todo, menos un beso. Un beso inexperto, cándido, un choque de dientes torpe y doloroso, sus narices estrellándose casi graciosamente, un bochorno sin igual. Y a Yoonji le gustó.
—Me gustas también —confesó la más baja. Estaba sonrojada hasta las orejas y evitaba mirarla a los ojos.
Yoonji no resistió la escena, tan tonta e irreal, asquerosamente cursi, incluso, todo aquello que antes jamás había vislumbrado siquiera. Era imposible no estallar en risas. La otra le acompañó, no soportando el ridículo que creyó haber hecho.
—Supongo que es porque eres tú —la mayor dijo, como al aire. Hosook sólo sonrió y tomó su mano.
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Para las personas que te hacen feliz con un sólo comentario, incluso cuando no te conocen y están lejos, muy lejos.