Daban las cuatro y media de la tarde. Hoseok se sentó en el cómodo sillón color crema del salón, tomó una campana y la hizo sonar. Yoongi, el criado, no tardó en aparecer con una charola, trayendo allí el juego de porcelana favorito del mayor.
"Siempre tan exacto", le elogió el dueño de la mansión. El pequeño sirviente asintió y se propuso marchar de allí hacia su zona correspondiente.
"No te vayas".
Suspiró, como siempre que su amo le pedía lo mismo.
"No puedo permanecer aquí, señor".
"Tonterías. Yo digo que sí puedes".
Yoongi dejó la charola y se sentó en el sofá de cuero rojo.
"Sírvete".
Refunfuñando, tomó la taza en manos. Meditó un poco más.
"No debería".
"Pero yo quiero".
"Yo".
"Ya basta, Yoongi". Hoseok le sonrió espléndido. "Me gusta que estés aquí".
Yoongi bebió un sorbo del té que él mismo preparó, tomó unas galletas y se propuso ignorar todo lo que le dijera el otro. No podía evitar sentir su estómago inquieto, lo dulce le estaba trastornando el organismo, pensó.
"Estar contigo es lo mejor de mi día".
Yoongi se detuvo. Quizás le hubiera puesto un poco de azúcar de más a las galletas, o el té estaba tan caliente que le hacía arder el rostro.
"Por favor, señor".
"Me gustas".
El menor se atoró mientras trataba de digerir todo. Otra vez lo mismo.
"Me iré a seguir con mis labores".
"Puedes", aseguró Hoseok. "Pero mañana lo volveré a decir".
Yoongi volvió la vista a él, sonrió. "Dígalo cuanto quiera, me gusta escucharlo".
Hoseok siguió en lo suyo, mientras Yoongi sonreía en el camino a la cocina. La hora del té siempre era su favorita.
|NOTA|
Últimamente me obsesioné con cosas de este estilo (aunque no sé si tenga un estilo claro —o si yo lo hago bien), por eso no sería sorpresa que tenga segunda parte.
El OST de El castillo ambulante es buena ambientación.