Yoongi había pasado su fin de semana encerrado en su habitación, sin siquiera salir a respirar aire puro. Incluso, y de no ser por Seokjin, se hubiera olvidado de ingerir el alimento adecuado para seguir viviendo.
Pero no había mucha explicación, es decir, ¿trabajos pendientes no lo dice todo? Jin le miró serio, antes de obligarlo a salir a desayunar en la cafetería que quedaba unas pocas calles abajo.
—Pero tú puedes hacerme el desayuno —quiso mediar él, con el mejor tono de súplica que sabía imitar de Jimin, el novio del mayor.
—Ni lo sueñes, vete —pronunció, ni una pizca del usual buen humor con el que solía recibirlo en las mañanas que compartían desde que eran compañeros de primer año de la universidad.
No quiso tentar a su suerte y verse arrojado a la calle por el más alto, por eso solo asintió, buscando entre sus ropas algo acorde para verse medianamente decente al salir. Acomodó sus anteojos de marco negro, a veces podían llegar a ser un verdadero dolor en el culo, pero los necesitaba. Encontró los pantalones de mezclilla que acostumbraba a usar cuando tenía que hacer algo de mala gana, eran sus mejores aliados casi todo el tiempo, pues Seokjin vivía obligándolo a salir de allí cuando pasaba mucho tiempo dentro de su habitación.
Le sumó a sus pantalones rasgados una playera negra con una frase en inglés que no se preocupó en traducir antes de comprar. Tomó su celular y se fue tan pronto como vio a Jin asomarse por la cocina.
¿Por qué su mejor amigo no podía entenderlo? No es como si él quisiera estar todo el día encerrado, alejado del ruido y de la gente indeseable... Olvídenlo, puede que sí quisiera eso.
Mientras iba en camino a la dichosa cafetería, podía observar a la gente cruzándose a la otra vereda para no caminar junto a él. Se rió un poco de ello, estaba habituado a eso pero no dejaba de producirle diversión cómo todo el mundo se dejaba llevar por una imagen. ¿Cómo reaccionarían al saber que el chico de tatuajes del que huían era, en realidad, un nerd?
Divisó la cafetería por el ajetreo de ese lado de la calle, no tardó en sentirse un poco agradecido con Seokjin por sugerirle salir, pues podía ver la ambientación un tanto antigua que presentaba el lugar. Seguro a su amigo no pasó por alto ese gusto de él, al mencionarle el sitio.
—Bienvenido —le recibió un chico alto y muy atractivo. Yoongi se perdió un poco al verle, quizás sí podría volver allí más de seguido—. Allá está la fila, espera y un joven encantador te atenderá.
Yoongi pensó que no podía haber un chico más encantador que el joven aquél, pero se dirigió hacia donde le habían indicado. Esperó bastante poco, pues parecía que el trabajo era muy eficiente y la hilera de personas avanzaba pronto.
—Hola —el chico del otro lado del mostrador sonrió, mostrando un hermoso corazón formándose con sus labios.
Bien, puede que sí existiera alguien más encantador, y era el pelirrojo que le estaba atendiendo ahora.
—¿Para llevar o se quedará? —preguntó de nuevo. Yoongi había quedado en una especie de trance y no le había oído. Se apenó por su actitud, riéndose un poco junto con el otro joven.
—Lo llevaré —afirmó, estaba demasiado nervioso y casi no podía hablar sin trabarse. Que el chico solo siguiera sonriendo no le hacía más fácil el trabajo.
—¿A mí?
Yoongi tragó duro, era un obvia broma pero no sentía ganas de negarse y sonreírle para seguirle el juego. Quería decirle que sí, que la idea de llevárselo sonaba tentadora, incluso si con eso lo arrestaban por actitud sospechosa.
—No suena mal —murmuró.
El pelirrojo soltó una carcajada que a Yoongi le pareció demasiado agradable para creer que seguía siendo él, el amargado que odiaba a todo el mundo menos a su familia y amigos.
—¿Qué vas a pedir, entonces?
—Un café latte y... no sé. En verdad nunca antes había venido aquí —confesó, se sentía un tonto por soltar algo tan cliché en una situación que lo era todavía más.
—Te recomiendo un postre, pero debes volver a venir —propuso, extendiendo su mano. Yoongi nunca había escuchado un chantaje tan bonito.
Asintió, tomando la mano ajena, sintiendo la suavidad de ésta y creyendo que quizás ese había sido su mejor recompensa a tantas horas de estudio y trabajos inconclusos.
—Me llamo Hoseok —se presentó, con una pequeña mueca que dejó ver unos preciosos hoyuelos sobre la comisura de sus labios.
—Soy Yoongi —correspondió él, sonriendo, dejando a la vista sus encías, y Hoseok no pudo evitar sonrojarse por lo adorable que podía ser el atractivo joven con tatuajes. Era todo lo opuesto a lo que cualquier tonto pensaría al verlo por primera vez.
Daba las gracias a Seokjin y el trato que hicieron para sacar al joven de su constante encierro. No había mentido, después de todo, era más atractivo de lo que había imaginado.
[NOTA]
El número entre paréntesis indica una posible continuación.